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jueves, 28 de abril de 2011

LAS ABEJAS SE MUEREN

    Cuando era pequeña aprendí que, por mucho que fueran molestas, a las abejas no se las mata; la explicación era que podían “enfadarse” y picar, pero creo que, instintivamente, “los de antes”, nuestros antepasados, sabían de la importancia de las abejas y su función vital para la supervivencia del planeta, a saber, la polinización sin la que no es posible que los árboles frutales den fruto, los animales coman esos frutos y los carnívoros coman esos animales.
    Ahora, dicen que las abejas se mueren: en parte por los venenos de los cultivos, en parte por el efecto de la telefonía móvil... ¿o será porque detectan cosas que están pasando y que nosotros no percibimos por ceguera o por estar alejados y desconectados de la tierra?
    Hace sólo unos días se detectó un terremoto de 3’9 grados en el mar, en las costas de mi isla: se produjo a las 12:00; mi perra estuvo extraña durante algunos minutos a esa misma hora. Ella que es alegre y busca siempre la compañía humana para que le den de comer, a esa misma hora buscó de manera casi desesperada nuestra compañía, y al ofrecerle un “aperitivo”, lo rechazó, buscando insistentemente que la acariciáramos, buscando nuestras manos con su hocico, pegándose a nosotros de una forma inusual. ¿Detectaría ella que algo estaba pasando?
    Los animales saben que las cosas están cambiando en nuestro hábitat; los animales humanos, ciegos, sordos y mudos ante lo evidente, no nos enteramos.
    He visto abejas muertas en la terraza de mi casa siempre días antes de que pasaran cosas; antes del terremoto de Japón, antes del terremoto del otro día...¿serán casualidades?¿será que las abejas sienten vibraciones imperceptibles para otros animales, entre ellos, nosotros?¿será que quiero ver cosas donde no las hay?
    La desconexión que tenemos los animales humanos con nuestro entorno natural es tan grande que estamos incapacitados para detectar lo evidente; aunque quizá los niños puedan aún hacerlo ¿será por eso que mis hijos, que siempre están descalzos en el jardín, me han pedido estos días ponerse los zapatos, porque ahora “les molesta caminar por las piedras”, cuando nunca les ha molestado?¿Perciben ellos a través de sus pies vibraciones extrañas y prefieren desconectarse y no percibirlas porque intuyen “cosas raras”?
    Es inevitable, ante los acontecimientos que sacuden al planeta últimamente, hacerse preguntas, preguntas muy incómodas: las grandes preguntas ¿de dónde venimos?¿A dónde vamos?¿Se acabará el mundo mañana mismo o esto ha sucedido antes y no nos hemos dado cuenta hasta ahora, momento en el que los visionarios de turno nos bombardean con el sonido de las trompetas del último día?¿Que ganan los que anuncian tales trompetas con meternos miedo en el cuerpo?¿Qué perdemos al creerlos o no creerlos?
    ¿Las abejas se estaban muriendo desde hace años sin que nos percatáramos o es ahora cuando lo hacen de manera extraña?¿Esto se acaba, es el comienzo de algo, el fin de algo...o todo sigue igual?¿Este pánico que se percibe entre la gente se debe a que “las cosas se están poniendo muy raras”, a que estamos ante un cambio de dirección que la crisis económica ha provocado (el camino del progreso nos ha llevado a un desfiladero ante el que sólo cabe la marcha atrás)?¿Será que esa percepción de que “lo conocido hasta ahora ya no funciona”, provoca pánico y desazón?¿Será que necesitamos acabar con todo esto conocido porque estamos hartos, y aunque nos asuste, nos seduce la idea de un cambio (esperando que sea para mejor)?
    Como dice la canción “qué será, será, lo que haya de ser será y sólo sucederá lo que Dios querrá”, o traducido para mentes más complicadas, el camino está trazado, pero hay que abrirlo.
El camino de la vida es un proyecto (que se puede modificar sobre la marcha) para la construcción de algo más grande que nosotros: la historia de la Humanidad es un proyecto escrito que al realizarse puede sufrir tantas modificaciones (modificados de proyecto, dirían los técnicos) como queramos. Aunque las directrices están marcadas, el rumbo puede variar: depende de nosotros llegar a donde queremos, depende de nosotros que las abejas sigan muriendo o que no lo hagan.

COMPRAS ÉTICAS

    Muchas veces se habla de la ética en la gestión de nuestras compras como si en realidad fuera muy sencillo: crees en el comercio justo, crees que es justo que los trabajadores cobren un salario digno y tengan unas condiciones laborales favorables, aunque eso signifique pagar un poco más y no comprar a precio de ganga.
Además estás en contra de que las empresas contaminen para producir más y más barato; también estás en contra del uso de productos químicos peligrosos para fabricar juguetes para tus hijos o teñir camisetas; no quieres transgénicos porque sabes que implican riesgos medioambientales y de salud; quieres comprar productos ecológicos para ser consecuente con tu filosofía de vida; no quieres embalajes innecesarios y si los llevan, que sean reciclados; no quieres comprar en empresas que exploten a sus trabajadores; quieres favorecer la producción local...
Hasta ahí todo muy bien...luego viene la realidad: ¿qué compras?¿Dónde compras?
Te encuentras una tienda de comercio justo y dices, ¡bien!, pero luego piensas ¿y la producción local?, porque todo esto viene de muy lejos; luego añades ¿producción local aunque contaminen o exploten a sus trabajadores?
Entras en tu tienda de productos naturales, y dices ¡bien!, pero luego empiezas a mirar con lupa: embalajes innecesarios, exceso de tetrabricks, plásticos, productos made in muy lejos de tu casa...claro, no tienen transgénicos, pero el coste del transporte (en dinero y en calidad medioambiental), te hacen dudar.
Pasas por delante del “chino”, y dices ¡yo no compro aquí! Sabes que sus productos no se caracterizan por su calidad, que se fabrican en sitios donde brillan por su ausencia los derechos laborales y las medidas de seguridad en la producción.
Sigues adelante y ves un comercio de “toda la vida” ¡aquí si!, pero...¡si tienen los mismos productos que en el “chino”!¡No son copias, son los mismos, fabricados en donde mismo y con la etiqueta “made in china” clamorosamente expuesta!
Vas a un mercadillo donde supuestamente venden productos locales, y crees que por fin has encontrado algo auténtico...hasta que descubres que lo que venden bajo el sello de “local”, no lo es, viene desde lejos, las fresas no son del pueblo de al lado, sino de muchísimos kilómetros más lejos, incluso de otros países: a veces te dicen que no son de producción propia, otras veces te engañan y se quedan tan anchos.
En resumen, los consumidores, que con nuestras compras podemos cambiar muchas cosas, estamos sumidos en un mar de dudas, somos estafados muchas veces y carecemos de la información debidamente contrastada para luchar contra esos atracos a mano armada al bolsillo.
¿Cuál es la solución? O mejor dicho ¿cuál es la solución que me he propuesto para acallar mi conciencia y no desnudar mi bolsillo?
Cuando las opciones son tan escasas en esto del comercio ético como en mi caso (recuerden que vivo en una pequeña isla muy lejos de Europa, aunque somos europeos), las decisiones son más fáciles de tomar: “esto es lo que hay”, así que elige entre negro o blanco, no hay más.
Yo elijo bio, procurando escoger propuestas locales con sello CRAE, aunque desgraciadamente tenga que optar por mucha producción foránea.
Yo elijo comercio justo, aunque sólo para productos que no puedo encontrar en la producción local. Suelo hacerlo a la hora de hacer un regalo, para difundir y hacer “propaganda” del comercio justo.
Yo elijo marcas nacionales y minoritarias, para eso me informo, pregunto, investigo, leo informes como los de Greenpeace (guía de transgénicos, guía de tóxicos) o las revistas de “Opcions”; un enlace web te lleva a otro, una página a otra, recabando información para poder decidir.
¿Cómo compagino todo eso con el ahorro tan necesario cuando tienes familia numerosa? Simplemente, soy realista: me gustaría comprar todo bio para comer y vestir, pero no soy rica, así que elijo aquellos productos básicos que me puedo permitir huyendo así de los transgénicos; no puedo comprar toda la ropa de algodón orgánico, pero me conformo con ir poco a poco comprando algunas cosas; y sobre todo, elijo lo básico en todo, minimizando mi armario, mi despensa, mi nevera y mi vida para no tener que “minimizar” mi cartera.

martes, 19 de abril de 2011

SIMPLIFICA TU VIDA (II)

SIMPLIFICA TU VIDA...AUNQUE TENGAS NIÑOS (VOLUMEN II)

Simplifica con la comida: está claro que los niños tienen unos gustos muy definidos y no están para extravagancias (excepto las que inventan ellos, como mezclar crema de cacahuete con yogur o chocolate con mantequilla para untar en el pan).
Así que no te compliques: si a tus hijos les gusta el arroz blanco, arroz blanco; y pónselo tal cual, nada de formar estúpidas figuritas de animalitos con el arroz (tus hijos son niños, no tele tubbies). No te esfuerces en hacerles comer arroz basmati; ya crecerán y poco a poco podrán ir probando esas cosas.
Por experiencia sé que en el caso de la comida, como en muchos otros, se cumple la ley de murphy “cuanto más complicada es una comida, menos le gusta al niño”.
Algunos dirán “los niños deben aprender a comer de todo, no pueden estar siempre a base de arroz y huevos fritos”; es evidente, claro que si, pero por experiencia sé que la mejor manera de que un niño coma de todo es: primero, cómelo tú delante de él, a diario si es posible; segundo, ofréceselo; tercero, ponle pequeñas cantidades en su plato; cuarto, espera mucho tiempo...al final, caen.
Es importante seguir estas instrucciones por orden y sin desfallecer; el método es efectivo, aunque pueda tardar mucho tiempo. Pero lo básico es predicar con el ejemplo.
Caso práctico: mi marido y yo desayunamos siempre fruta, lácteos y cereales o pan; los niños nos acompañan todas las mañanas, y primero les ofrecíamos trocitos muy pequeños de pera o manzana (por ejemplo); ahora estamos en la fase en la que ellos dicen:“pera, por favor”. Algún día se comerán ellos solos la pieza de fruta; de momento, la semilla está sembrada.
Simplifica con los juguetes: los niños no son más felices por tener más juguetes, sino por jugar más. Mis hijos juegan más con cajas de cartón y piedras que con juguetes propiamente dichos. ¿De qué le sirve a un niño tener un precioso camión último modelo si no tiene arena y tierra con el que llenarlo?
Y como no todos tienen jardín en su casa, la operación “buscando tierra”, se traduce en “tiempo para que papá y mamá me lleven al parque a jugar en el arenero”, es decir, “tiempo de calidad que los padres dan a sus hijos”, “atención”, “cariño”.
¿Qué falta tiempo? Siempre falta tiempo, pero precisamente por ello, tenemos que buscarlo, por poco que sea.
No regales a tus hijos juguetes que lo hagan todo solos, deja que jueguen con tus cacharros de cocina viejos (claro que no con los cuchillos); dejas las “maquinitas” para edades adecuadas (un niños de siete años ¿qué hace con una “play”? Cuando tenga dieciséis ¿jugará a los “play”mobil?
Pocos juguetes, creativos, resistentes y que desarrollen la imaginación. (por cierto, nada mejor que un cielo con nubes para desarrollar la imaginación de los niños...y es absolutamente gratis).


SIMPLIFICA TU VIDA (I)

SIMPLIFICA TU VIDA...AUNQUE TENGAS NIÑOS (VOLUMEN I)

Ser minimalista en solitario es bastante fácil: eres tú solo ante el peligro.
Pero el riesgo de abandonar la simplicidad se multiplica según el número de personas que convivan contigo.
Eso si, no es lo mismo compartir piso con algunos compañeros que tener pareja, ni lo mismo tener un hijo que cuatro, ni lo mismo tener cuatro hijos que tres y una mascota (aunque el número de individuos sea el mismo)
Llevar una vida minimalista con familia al completo (incluida la mascota) puede ser complicado, pero si no optamos por ese minimalismo, la existencia se nos complicará muchísimo más.
En otro post hablé sobre el minimalismo aplicado a los niños, pero ahora concretaré algunas ideas más al respecto, desde mi experiencia.
Mantener el orden en casa cuando tienes niños pequeños es una odisea: cuando crees que lo tienes todo controlado, van y te lo descontrolan, y lo que te ha costado toda una tarde organizar, te lo desmantelan en cuestión de segundos.
En mi caso, para poner orden en los asuntos escolares, nada mejor que organizar las cosas de cada uno por colores: cada uno tiene un tupper de un color diferente para colocar sus lápices de colores y demás útiles.
Para organizar los juguetes, cajas de plástico ubicadas en lugares estratégicos para guardar.
Para organizar la ropa, nada como cajas de cartón donde colocar la ropa interior, y colgadores de baldas (en plástico) para hacer más accesible a ellos su armario y que puedan colocar sus camisetas sin problemas.
Algunas ideas con la ropa son por ejemplo, comprar todos los calcetines del mismo color, así si se pierde uno, puedas utilizarlo con otros.
Para la ropa interior, otro truco mágico: normalmente los paquetes de slips vienen seis, con tres modelos diferentes (por ejemplo, rayas, con dibujitos y lisos), así que escojo por ejemplo, el modelo rayas para uno de los niños, el de dibujos para otro y los lisos para el tercero. De esta manera, nunca se confunden con la ropa interior.
Tener las cosas siempre en el mismo sitio y en lugares de fácil acceso para los niños supone un ahorro de tiempo y menos “accidentes”. Así, las estanterías bajas son ideales para colocar sus libros y cajas de juguetes.
Igualmente, tener pocos muebles ayuda en el orden y la vida diaria con niños: tienen más espacio para correr y saltar y no lamentas el dinero que has perdido porque tus hijos te han roto el sillón de estilo rococó de la esquina del salón.
Simplifica con su ropa: ropa cómoda, de colores sólidos que no destiñan al primer lavado dejando manchada el resto de la ropa, que puedan pasarse de hermanos a hermanos (o primos o amigos), y por supuesto poca ropa (aplica el 333 a tus hijos también). Aunque haya quien diga que es mejor tener mucha, por propia experiencia sé que los niños crecen tan rápido que no te da tiempo a gastar la ropa y en ocasiones se les queda pequeña si haberla usado (sobre todo de bebés).
Más vale una buena organización con la lavadora que un armario atiborrado de ropa que no usan.

martes, 12 de abril de 2011

INCONGRUENCIAS Y MEDITACIÓN

Un día, mientras me tomaba mi tradicional café con leche en la cafetería de siempre (si vienen por aquí, no dejen de pasar por el “Bistró Restaurante La Placeta”, y que conste que no tengo acciones), uno de los camareros me hizo el siguiente comentario:
     “Yo no entiendo a la gente: se comen una lasaña llena de nata y queso, luego una tarta de chocolate con nata, y el cortado te lo piden con leche de soja y sacarina ¿tú lo entiendes?, porque yo no. Por hacerse los “modernos” piden la leche de soja, después de atiborrase a grasas y la sacarina después de tanta azúcar...que va, le gente está mal, te lo digo yo...si supieran el ridículo que hacen...se lo pensarían un poco, de verdad.”
     A veces, hacemos cosas incongruentes, sin ningún sentido, a lo tonto, y todo ello por no pararnos a pensar, reflexionar o meditar.
Hay distintos tipos de meditación y dependiendo de quién lo diga podemos estar hablando de conceptos incluso antagónicos. Para un budista tibetano, meditar es concentrarse en un pensamiento concreto para interiorizarlo y así llevarlo a la práctica; para un yogui (que no es el famoso oso, sino un practicante de yoga) es concentrar la atención en el propio cuerpo y la respiración, dejando que los pensamientos fluyan  sin aferrarse a ninguno, y con los ojos cerrados; para un budista zen, la meditación es dejar la mente vacía (o mejor dicho, en el vacío), mientras los ojos siguen abiertos sin fijarse en ningún objeto en concreto.; para un cristiano, meditar es pensar en lo que ha hecho a lo largo de la jornada y reflexionar sobre sus pecados (errores, fallos, faltas de amor) para mejorar como persona.
Pero, seamos como seamos, creamos en lo que creamos, necesitamos hacer una pausa por lo menos una vez al día, para hacernos las siguientes preguntas:
¿Quién soy yo?
¿Qué hago aquí?
¿Qué estoy haciendo con mi vida?
¿Hacia dónde quiero ir?
A veces bastan unos minutos, otras veces, necesitamos usar nuestras vacaciones de verano para ello, y en vez de correr hacia la playa de la arena, nos quedamos en algún lugar apartado (o en nuestra propia casa), pensando qué queremos hacer y cómo.
Cuanto más meditemos, reflexionemos, pensemos o hagamos “examen de conciencia”, mejor nos irá en la vida: seremos conscientes de lo que hacemos y por qué, y por supuesto, dejaremos de pedir leche de soja con el cortado, después de atiborrarnos de nata en el postre.
La meditación, la reflexión o como queramos llamarla y hacerla, nos da claridad, paz y conocimiento de nosotros mismos; además es un regalo que le hacemos a nuestro espíritu sediento de cariño, del cariño que sólo nosotros mismos nos podemos dar a nosotros mismos, porque si tú no te quieres ¿quién te querrá?
Al dedicarnos un tiempo a nosotros mismos, nos volvemos más espirituales, más pacíficos, más atentos a los demás, mejores personas, aunque no seamos perfectos.
Seremos congruentes con nosotros mismos y eso se reflejará en el resto de nuestros actos.
Párate a pensar antes de hacer y verás que simplificas tu vida y mejoras todo lo que haces.


LA LEY DE MURPHY APLICADA A LOS NIÑOS

Hace un tiempo leí un blog que escribe un pediatra (lo siento, he perdido su dirección), en el que hablaba de la ley de Murphy aplicada a niños: simplemente genial.
Decía cosas como estas:
“Cuanto mejor vestido va el niño, peor arreglada va la madre” (evidentemente el tiempo que empleas en dejar a tu niño como un “San Luis”, es tiempo que no tienes ni para peinarte debidamente tú, y esto crece de manera exponencial a medida que disminuye la edad del niño, es decir, cuanto más pequeño, peor).
“Los zapatos de los niños se rompen a una velocidad directamente proporcional al precio del zapato” (es decir, cuanto más caro el zapato, más rápido se rompen)
“El número de vómitos por noche que es capaz de sufrir tu hijo siempre es mayor que el de sábanas que tienes para su cama”
“El zapato que le sirve a tu hijo, es, inevitablemente , el más caro de la tienda”
Y así un largo etcétera.
Así que emulando al pediatra (una pena que no apunté su dirección), me atrevo aquí a dictar sentencias “murphynianas” sobre los niños:

Los niños y la salud

“Cuanto más limpia tienes tu casa, más virus y bacterias pilla tu hijo;
cuanto menos la limpias, menos se enferman”
“Cuanto más le lavas las manos a tu hijo, más se las ensucia”
“Los niños siempre se enferman cuando tienes planes para salir o viajar”
“La fiebre que no le ha bajado en todo el día a tu hijo, le baja milagrosamente justo después de anular tu reserva en el restaurante”
“Cuanto más enfermo está tu hijo, menos posibilidades de que su pediatra esté en la consulta”
“Los niños siempre esperan al viernes para enfermarse: cuando llega el lunes y, por fin, lo puede atender su pediatra, está curado”
“Ese sarpullido misterioso que tiene tu hijo desaparece justo cuando lo llevas al pediatra (y te vuelves loca intentando explicarle cómo era la dichosa erupción)”
“Si tienes que ir con tu hijo a urgencias por la noche tienes el cien por cien de posibilidades de encontrarte haciendo la guardia al único médico inepto de todo el centro de salud”
“Cuanto más tonta es la enfermedad de tu hijo, más tardan en diagnosticarla y más analíticas hay que hacerle; cuanto más grave es, más rápido lo descubren” (afortunadamente).
“Los niños siempre se enferman cuando tu marido está de viaje; en cuanto regresan, los niños se curan milagrosamente”.
“Tu hijo empieza a caminar, justo el día después de haberle dicho al pediatra que todavía no lo hace”
“Llevas a tu hijo al dentista para una simple revisión y te dice que tienes dos muelas picadas, las paletas muy separadas y que necesita un aparato; lo llevas pensando que necesita aparato y te dice que tiene la dentadura fenomenal”
“Amenazas a tu hijo con que si sigue comiendo golosinas se la van a picar los dientes y el dentista le dice que los tiene perfectos; si no prueba las golosinas, le encuentra tres muelas picadas”.
“Los niños que a los cuatro años había que pincharles para que hablaran, a los ocho hay que ponerles un tapón en la boca para que se callen.”
“Los niños sólo se caen cuando no tienes tiritas ni agua oxigenada a mano; si sales de casa con el botiquín en el bolso, nunca se caen”.
“Tu hijo siempre se enferma dos días antes del festival de fin de curso, y si no lo hace, ya lo hará el mismo día del festival”

Los niños y la comida

“Tus hijos sólo quieren yogur para merendar justo el día que no quedan”
“El día que haces su comida favorita, deja de ser su comida favorita”
“Cuánto más cariño pones en hacerles la comida, menos les gusta”
“Lo que en tu casa ni prueban, en casa de sus amigos les encanta”
“Cuanto más le gusten a tu hijo el yogur de fresa, la mermelada de fresa y la tarta de fresa, menos le gustarán las fresas naturales”
“Justo el día que no quedan huevos en la nevera, tu hijo se empeña en comer huevos fritos”
“Los niños sólo derraman el jugo de su vaso, cuando no queda más en la despensa”
“Los niños con alergia se empeñan en comer justo lo que no pueden; los que no tienen alergias se empeñan en no comer cosas que no dan alergia”
“Los niños siempre quieren algo, justo cuando te sientas a comer (si comes de pie, no piden nada)”
“Cuanto más te empeñas en que coma algo en particular, menos les gusta”
“Lo que les encantaba a los dos años, les da asco a los siete; lo que les daba asco a los dos, les chifla a los siete”
“Los niños a los que no les importa jugar con barro y pringarse hasta las orejas, dejan la comida si encuentran una pequeña pelusa en el borde del plato”
“Si los llevas a comer a un restaurante, se empeñan en pedir justo lo que no tienen en la carta; si lo tienen en la carta, piden lo que se les ha agotado”
“En tu restaurante favorito, no tiene menú infantil; en los que tienen menú infantil, no encuentras nada que puedas comer tú”
“Si el puré lo hace la abuela, sabe divino; si lo haces tú, sabe fatal. Moraleja: dile a tus hijos que lo ha hecho la abuela, aunque lo hayas hecho tú; se lo comerán encantados”
“Las croquetas de tu vecina son mejores que las tuyas, por eso tus hijos se las comen en su casa y no en la tuya”

Los niños y la escuela

“El niño que nunca se olvida de nada, olvida en el colegio su libro de matemáticas justo el día antes del examen”
“Las fotos del colegio de tu hijo son más caras cuanto peor ha salido en ellas tu retoño”
“Cuanto más necesita tu hijo un maestro con fundamento, menos fundamento tiene el maestro que le toca”
“Cuando llega un día de ceremonia escolar (fin de curso, graduación) y el fotógrafo está grabando a tu hijo, le da por hacer lo que nunca antes había hecho (hurgarse en la nariz, rascarse el trasero, etc.)”
“El día antes de la entrega de notas, tu hijo está extrañamente cariñoso; el día después vuelve a ser él mismo”
“El mejor amigo de tu hijo en la escuela, es un total desconocido en la calle (es decir, por más amigos que sean, si se encuentran en la calle, ni se saludan)”
“Vistes a tu hijo de príncipe justo el día que le toca pintura de dedos en el colegio; lo vistes de macarra, justo el día que deciden hacerle la foto escolar de grupo”
“El que deseas que sea el mejor amigo de tu hijo, ese niño tan bueno y aplicado, resulta caerle como un patada en las narices”
“Justo cuando presumes de lo mucho que sabe tu niño, suspende de la manera más tonta”
“Cuando llegas tarde para dejarlos en el colegio, no hay aparcamiento: cuando por fin los dejas, encuentras todos los aparcamientos disponibles”
“El niño repelente que le quita el bocadillo a tu hijo en el recreo, resulta ser el hijo de tu jefe”

Los niños y sus circunstancias

“Los niños siempre quieren agua cuando no hay botella de agua ni sitio donde comprarla”
“Los niños siempre quieren hacer pis cuando no hay un baño cerca”
“Los niños a los que les cuesta levantarse por la mañana los días de colegio son los mismos que se levantan a las seis los fines de semana”
“Los niños son buenos hasta que llegan las visitas” (la otra versión de la historia es: “Los niños sólo se portan bien cuando se van las visitas”)
“Tus hijos se comportan bien cuando hay visitas hasta que se te ocurre decirlo”
“Las abuelas se van a su casa justo cuando más las necesitas”
“Los niños que nunca se manchan comiendo, lo hacen por primera vez cuando hay visitas de muchísimo compromiso, (cuanto mayor es el compromiso, mayor es la mancha)”
“Sus dibujos favoritos siempre empiezan cuando se tienen que ir a la cama”
“El niño ensucia el pañal en casa de tu suegra, sólo cuando te has olvidado de llevarte uno contigo”
“Cuanto más raro es el objeto en cuestión, más posibilidades de que tu hijo se lo meta en la boca, la oreja o la nariz”
“Los niños siempre lloran más alto por la noche”
“Los niños siempre se despiertan por la noche, justo cuando acababas de coger el sueño”
“Cuanto más sueño tienes, más se despiertan tus hijos por la  noche”
“La velocidad con la que puedes recoger tu casa es inversamente proporcional a la de tus hijos para desordenarla (es decir, cuanto más tardas en recogerla, más rápido la desordenan ellos)”
“Las cosas que adoras en los niños de los tebeos, son las que menos soportas de tus propios hijos”
“Los niños, que han estado callados mientras dan noticias sin importancia, se ponen a chillar justo cuando llega la que de verdad te interesa”
“Los niños sólo escriben en tus libros favoritos: en las enciclopedias que quieres tirar a la basura, ni se les ocurre”
“El niño del vecino, al que no se le oye nunca, se pone a berrear como un poseso sólo cuando te duele la cabeza”
“Cuanto menor es el tiempo que debes cuidar al niño de tu cuñada, más cosas le pasan al niño (se atraganta, se cae, pierde la chupa, se le rompe su juguete favorito, etc...)”
“Los niños sólo pintan las paredes en tu casa: en casa de los abuelos ni se les ocurre”
“Cuanto peor se porta tu hijo contigo, mejor se porta con la niñera o con la abuela”
“Cuanto mejor se porta tu hijo en casa de tu madre, peor se porta en la de tu suegra”
“Cuanto más se empeñan tus hijos en ir a la feria, más caras son las atracciones”
“Cuanto menos tiempo tienes, más tiempo te demandan tus hijos”
“Cuanta más prisa tienes, menos prisa tienen tus hijos”
“Cuanto más temprano quieres que se acuesten tus hijos, más tarde se les hace”
“Cuanto más caso les haces, menos caso te hacen a ti”
“Cuanto más interesante es el libro, más te incordian los niños para no dejarte leer, sobre todo si estás en el último capítulo”
“Se pasan dos años dando la vara con que los lleves al zoo: cuando por fin los llevas, al volver a casa no recuerdan nada de lo que han visto, o peor, te dicen que no les gustó”
“Los aviones sólo sufren retrasos cuando viajas con niños; si viajas sólo, siempre salen puntuales”

Los niños y sus juguetes

“El único juguete que piden a los Reyes es justo el que se agotó en la juguetería y no piensan reponer”
“El único juguete que piden a los Reyes es precisamente el más caro”
“El día de Reyes se entretienen más con la caja de cartón del juguete que con el juguete en sí, aunque supuestamente era su juguete soñado”
“Justo cuando pones en la lavadora su peluche favorito, se acuerda de él”
“Precisamente el juguete más roto y asqueroso es aquél del que no quiere desprenderse”
“Precisamente el juguete que le tiraste por estar hecho trizas, es el único que echa de menos”
“Cuanta más ilusión pones en hacerle un regalo a tu hijo, menos le gusta”
“Cuanto más feo es el juguete, más cariño le coge”
“Los niños siempre encuentran utilidades insospechadas a juguetes inútiles”

Los niños y sus trapitos

 “El zapato que mejor le va a tu hijo no le gusta: le gusta el que peor le va, el más caro y aquel del que no queda número para él”
 “La ropa que guardas para una ocasión especial, les ha quedado pequeña cuando llega la ocasión especial”
“Cuanto menos te gusta la ropa que elige, con más ahínco la quiere tu hijo”
“La ropa que le gusta a tu hijo y de la única que hay talla, es la más cara”
“Cuanto más te ha costado encontrar la ropa para tu hijo, más repetida la ves por la calle al día siguiente”
“Cuando le pones un abrigo, porque amanece con frío, luego hace calor; cuando le pones camiseta corta porque el día está caluroso, a la hora, está lloviendo”
“Tus hijos ensucian más ropa justo la semana en que no para de llover y se te rompe la secadora”
“Cuando tus hijos quieren ir a la fiesta de disfraces, no tienen disfraces; desde que se los compras, se les van las ganas de ir a la fiesta”
“A tus hijos se les rompen las zapatillas de deporte justo el día antes de que empiecen las rebajas, pero las necesitan para ese día, no pueden esperar ni siquiera 24 horas”
“Las zapatillas de deporte no se rompen todas al mismo tiempo: lo hacen escalonadamente, con una semana de diferencia: primero las del mayor, luego las del mediano, después las del tercero..., hasta que se reinicia el ciclo”

martes, 5 de abril de 2011

ANÉCDOTAS VEGETALES

     Por si alguien no lo sabe, soy vegetariana (más exactamente apiovolactovegetariana, es decir, soy vegetariana que come miel, huevo y lácteos).
¿Qué cuáles son mis razones? Pues supongo que las mismas para que otros coman carne y pescado. No creo que existan unas razones mejores que otras para hacerse "vegeta", y realmente fastidia que te lo pregunten, es como si te cuestionaran por qué te pones una falda en vez de un pantalón y no les bastara con la respuesta "pues, porque quiero".
Siempre debes dar razones de peso para tu manera de alimentarte, y para colmo te miran raro. A mi me parece más raro que haya personas que no comen tomate porque les da asco la cáscara, pero a nadie se le ocurre pedirle explicaciones científicas que avalen su criterio.
Luego está el tema de los veganos, todavía más acosados por su opción, pero a la vez, más reivindicativos, hasta el punto de tratar a los "vegeta" como al enemigo, en vez de a personas que viven su mismo ostracismo social (aunque no todos son así, claro, en todas partes hay de todo).
Sin embargo, todos, "vegetas" y veganos tenemos el mismo problema cuando salimos de casa a comer.
Puedo poner algunos ejemplos: vas a casa de algún familiar que no sabe o no quiere saber que no comes carne ni pescado, y, o se arma la de Dios, o te haces la sueca y dices que ya comiste carne ayer (o pescado) y no tienes muchas ganas hoy (o alguna excusa por el estilo). A veces hasta transiges (no se rasguen las vestiduras, que no soy la única que se ha visto en esas situaciones) y la pruebas para callar la boca (¿no les ha pasado nunca estar en "terreno enemigo familiar" en un ambiente muy tenso y no querer añadir más leña al fuego? Piensen en esas tan agradables comidas en casa de la suegra, esa que nos quiere tanto, y que sería enormemente feliz si fuéramos la ex de su adorado hijo en vez de la todavía esposa...pónganse en ese lugar y luego dicten sentencia).
Otro ejemplo, mucho más cruel, es el del restaurante (en las comidas familiares hay más opciones: montar la tercera guerra mundial, fingir, no aparecer..., pero cuando quieres salir por ahí a almorzar o cenar y encima te lo pagas tú, quieres poder elegir).
En la mayoría de los restaurantes (de mi isla, que no es el centro del universo, claro), no hay platos para vegetarianos en la carta como tales, y tienes que ir mirando bien y preguntando por los ingredientes, hasta que terminas comiendo pasta, otra vez, y eso si no eres vegano, porque si no...
La otra noche salimos a cenar mi marido y yo. Normalmente vamos al mismo restaurante de siempre, donde hay platos vegetarianos en la carta (no muchos, pero bueno, algo más que el plato de pasta). Pero esa noche atravesamos toda la isla para ir a uno al que hacía muchos años que no íbamos. En esa época yo no era "vegeta", así que fue duro comprobar lo que pueden suponer los cambios.
La camarera me entrega la carta y yo... decido comer...pasta. Sí, vale, ya sé que es un italiano, pero es que de los quince platos de la carta sólo hay uno que no lleve carne o pescado: lasaña de setas.
De entrante pedimos una ensalada...que llevaba queso. Yo como queso, pero me acordé de los veganos: ni una triste ensalada podrían comer aquí, porque para colmo el queso estaba rallado, mezclado con el resto de ingredientes, no en tacos, que cuidadosamente puedes apartar. Tampoco lo decía en la carta, con lo que no podías pedir la ensalada "pero sin el queso, por favor".
Lo mismo ocurre en las cafeterías de siempre: ¿qué pides si eres "vegeta"? Un café con leche y un sándwich de queso, especificando bien claro "sólo de queso". Pero si eres vegano, un café sólo (y especifícalo bien, porque si no te aparece la leche) y un sándwich de...pan con pan, o vegetal sin queso ni jamón (y repito, déjaselo bien claro al camarero o lo llevas crudo).
Todo lo más puedes encontrarte con  algún sitio donde te pongan el café con leche de soja, pero es raro.
Por ejemplo, una vez fui a una cafetería distinta a la que suelo ir siempre (estaban cerrados por vacaciones), y pedí un cortado con leche natural (nada complicado, digo yo), y me sirvieron un cortado con leche condensada (un café bombón), porque en esta isla TODOS los cortados son... con leche condensada (incluso hay un grupo musical local que le ha hecho una famosísima canción por estos lares).
Algunos dirán "¡y quién les manda a ser diferentes!", a lo que yo les contesto "¿y por qué tenemos que ser todos iguales?".
Lo curioso es que este hecho, la poca sensibilidad hacia colectivos como los "vegetas", veganos, celíacos, ect., no se da sólo en esta isla por ser una isla, sino que, por lo que tengo entendido, en el resto del país los "vegetas" y demás tribus alimenticias (entre las que podemos incluir a los alérgicos o intolerantes a muchos alimentos), las pasan canutas para encontrar "comederos" decentes, con lo que su vida social se resiente, optan por acudir sólo a restaurantes "vegetas" (por ejemplo) y a no relacionarse con otros "comensales omnivoros", cerrando aún más el círculo social, con el peligro de radicalizar sus posturas y separarse más y más del resto de la sociedad.
Somos "verdes", no "marcianos": así que, por favor, a los dueños de los "comederos tradicionales", pedirles que incluyan platos vegetarianos en sus cartas, que no es tan difícil, que unas simples lentejas sin chorizo, ya son veganas ¿o no?.

MIS 33 PARA LA PRIMAVERA

    Siguiendo con el ejemplo del Proyecto 333 para el invierno, me he decidido a crear una nueva lista de 33 artículos de vestuario para los tres meses de la primavera:
    Por si cunde el ejemplo, ahí va la lista: ¡tatatachán!

1 pantalón azul oscuro
1 pantalón azul marino
1 pantalón beig
1 falda caqui
1 falda estampada
1 vestido estampado
3 camisetas color entero (1 negra, 1 blanca, 1 azul  marino)
2 camisetas a rayas marineras (1 rayas rojas, 1 rayas azules)
2 cardigans (1 rojo, 1 azul marino)
1 chaqueta azul marino
1 chaqueta beig
1 bolso rojo
1 bolso marrón
1 sandalia marrón
1 sandalia roja
1 salón azul marino
1 zapato plano rojo
1 pulsera étnica
2 pañuelos (1 estampado, 1 liso)
1 blusa estampada
1 blusa blanca
1 blusón estampado
1 chaqueta fucsia
1 falda fucsia
2 tops (1 blanco, 1 negro)
1 trench
1 jean
   
     Algunos de estos artículos ya estaban en la lista anterior (como el jean, el trench o los zapatos rojos), otros los aprovecharé también para el verano (los pantalones, las faldas, las camisetas, las sandalias y los bolsos).
    Este está resultando un ejercicio divertido y definitivamente muy útil para evitar en síndrome de "sola ante el armario", que nos acosa no sólo por las mañanas, sino también desde la noche anterior (te acuestas pensando qué te pondrás al día siguiente y no concilias el sueño hasta que no encuentras la combinación de siempre, si es que la encuentras, claro).
    Entre estas listas y el consejo del anterior post (poner etiquetas con los días de la semana a las perchas y colgar en ellas las combinaciones para cada día), lo de elegir se está convirtiendo en un juego creativo y un placer, en vez de la tortura que ha sido hasta ahora.
    Así que ánimo, todos a hacer listas...por cierto, otro día hablaré de las listas de la compra, que con una hojita Excel o similar...bueno, no adelantemos acontecimientos, ya postearé.