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domingo, 25 de diciembre de 2011

SOY ESCLAVO DE MIS NECESIDADES

   Con estas palabras tan elocuentes, Cáritas Diocesana ha elaborado un tríptico para estas Navidades, en el que nos recuerda algo tan básico como "vive sencillamente, para que otros, sencillamente, puedan vivir".
   Este mensaje, profundamente minimalista, resume lo que dice el tríptico, y expone, de manera clara y evidente, lo que es el minimalismo; por ello, voy a reproducir aquí, entre comillas, lo que dice el panfleto, porque creo necesario hacerme eco de su mensaje, y más en estos días de despilfarro:
   "Vivir la sencillez es no necesitar tener muchas cosas para ser feliz, no cayendo en el consumismo ni en las modas que nos obligan a comprar lo nuevo, lo último"
   "Vivir la sencillez es tener más alegría al dar o al compartir, que al recibir, porque has descubierto el sentido de la gratuidad"
   "Vivir la sencillez es vaciar el corazón de todas las cosas innecesarias que lo ocupan, y llenarlo del tesoro de la amistad, de la cercanía y del encuentro humano con los demás"
   "Vivir la sencillez es sentir cercanas a miles de personas que viven injustamente en la pobreza, conmoverte por ello y, entonces, movilizarte e implicarte porque no quieres vivir mejor que ellos"
   "Vivir la sencillez es poner tu confianza y seguridad no en el dinero o en las posesiones, sino en tus bienes espirituales, en tus convicciones y creencias, en tu fe, en tus capacidades, en tu fuerza interior y en la de aquellos que te aman y aprecian"
   Yo ante estas palabras sólo agrego un amén ("así sea"), y una alegría inmensa, al saber que este grupo de la Iglesia Católica es capaz de ver la realidad en la que estamos inmersos, llegar a todos, independientemente de su religión o creencias (el último párrafo engloba a todos los que habitamos en este planeta, independientemente de nuestra fe o ideología), y sumar esfuerzos en aras de la justicia.
   ¡Feliz navidad minimalista que permite a todos vivir con sencillez!

jueves, 8 de diciembre de 2011

NAVIDADES MINIMALISTAS (II)

Siguiendo el primer post “Navidades Minimalistas (I)”, en este segundo plantearé la pregunta ¿cómo celebrar una Navidad Minimalista?
¿Una Navidad Minimalista es aquella en la que no hay regalos, ni luces de navidad, ni velas de colores, ni turrón, ni árbol, ni portal de Belén?
¿Es una Navidad pobre, sin adornos, en la que cenas un yogur por no gastar en una celebración, o en la que apareces el día de Reyes en casa de tu familia con las manos vacías?
¡Qué va, qué va! ¡si esto del minimalismo va por otro lado!
Se puede tener árbol de Navidad, pero por favor, no uno natural, a no ser que luego lo plantes en tu jardín y al año siguiente lo adornes allí fuera (que también es una idea). Ese árbol de Navidad lo puedes adornar con cositas que hayan hecho tus hijos, o adornos reciclados, o comprados de segunda mano en mercadillos, o de comercio justo (pasen y vean la página de Intermon Oxfam y su tienda on line, por ejemplo). Eso es un árbol minimalista: lleno de vida y adornos amorosos, cosas que no se compran ni en las mejores tiendas de decoración (por cierto, a precios astronómicos).
Se puede tener un belén, porque los hay de diferentes tipos (al igual que el árbol) y es un motivo de fiesta si lo haces con tu familia (algo positivo que compartir y mucho mejor que una tarde en el centro comercial, ¿no te parece?). No necesitas gastar dinero, si se lo dejas a la imaginación de tus hijos, seguro que te montan un Belén estupendo con los Playmobil, las Barbies o los Pin y Pon (encima, hago publicidad y no cobro, ¡vaya!).
Así que puedes comer turrón (si es de comercio justo, lo comes tú y muchas familias pueden, por ejemplo, mandar a sus hijos a la escuela, a miles de kilómetros de tu casa) y polvorones (caseros, mejor aún), encender tus velas (¿has buscado en tu pueblo o en el mercadillo esas maravillosas velas de ceras de abejas pura o de materias primas naturales, es decir, sin parafinas?) y...bueno, lo de las luces ¿es necesario tanto gasto energético?
Unas navidades minimalistas son aquellas en las que regalas a quien te apetece algo hecho con cariño (por ti o por un/a artesano/a, por ejemplo), algo realmente necesario (sobre todo para alguien que no puede comprárselo) o algo significativo y no material (los famosos “bonos” o “cupones”, como “vale por un masaje” o “vale por una tarde de paseo”...¿quién puede resistirse a semejante regalo?)
Unas navidades minimalistas no transcurren en un Centro Comercial, no te dejan con la cartera a dieta ni causan gastroenteritis: son relajantes, entrañables, familiares, detallistas...¡eh, un momento!¿esas palabras no recuerdan a lo que eran las navidades antes de que naciera el marketing?...Si, sospechosamente unas navidades minimalistas tienen mucho que ver con unas navidades realmente tradicionales (no con las falsas tradiciones de ir a esquiar, o de viaje al Caribe, por ejemplo).
¿Necesitas tantos números de lotería; tantas cenas y comidas fuera de casa; tantos regalos con sus correspondientes papeles de regalo, lazos y quebraderos de cabeza; tantas colas en el supermercado o en las tiendas; tantos números rojos, rojos, rojos en tu cuenta corriente?
Unas navidades minimalistas empiezan cuando te planteas que de todo eso, con menos de la mitad, todavía te sobra, y que es preferible tener más tiempo para estar con los tuyos aunque tengas menos compromisos sociales o menos regalos.
Y para empezar, un consejo muy efectivo: apaga la televisión. Sólo con eso, te ahorrarás mucho estrés, muchas tentaciones consumistas y algo en la factura de la luz.

CENA DE NAVIDAD: POBRES Y REYES, TODOS A UNA

Había una frase muy famosa que decía eso de “siente a un pobre en su mesa por Navidad”...¡sería para acallar la conciencia!.
Yo este año les propongo algo mejor: siéntate en la mesa del pobre y comparte con él...¿cómo, encima de que está sin blanca, vamos a comer en su casa?¿qué pretende esta “tía” loca?
Sí, siéntate en la mesa como si tú fueras el pobre, nada de derroches, come algo sencillo, preparado con amor, y eso que piensas gastarte en dolores de estómago y antiácidos, dónalo a cualquier comedor social o ONG que les lleve comida a quienes no tienen tanta suerte como tú.
Pero además te propongo algo más radical, atrevido y excitante, algo de lo que podrás alardear ante tus amigos o tus compañeros de trabajo (si es que te atreves, porque la experiencia es, de verdad, muy pero que muy fuerte): siéntete como un Rey en todo el esplendor de su poder, y concede un indulto.
¿Cómo? Ahora si que se volvió “majareta” la chica ésta...
Si, indulta a tu pollo, besugo, cordero, pavo, pato, ostras, langostinos, a uno de ellos al menos o a todos: vive unas Navidades vegetarianas, salva vidas, perdona, sé indulgente y pásate al tofu, al seitán o al caldo de verduras.
Si al menos uno de tus platos es vegetal (y no me refiero a la menestra que acompaña a la carne o la pescado), habrás hecho ya una enorme obra de caridad con el resto de seres sintientes de este mundo. Si te decides por un menú completo vegetariano, ten por seguro que te habrás ganado un trocito de cielo.
Por si te decides, puedes consultar recetas en revistas tan normalitas como Especial Lecturas Cocina de Navidad, por ejemplo (muchas gracias a las revistas “tradicionales” de cocina por atender a un sector cada vez mayor de población y acercar al resto las alegrías de la vida “vegeta”)
         P.D.: Y que conste que no tengo comisión en dicha revista, sólo que me pareció oportuno felicitar a esa editorial por su buen juicio.

domingo, 4 de diciembre de 2011

NAVIDADES MINIMALISTAS (I)

No pienso hablar aquí de “no consumo” o “consumo responsable” porque de ello ya hay bastantes ejemplos en la red, como los de Chocobuda o Valedeoro (¡saluditos!).
Voy a hablar de la verdadera historia (o leyenda, para el caso es lo mismo), de la Navidad.
Como apuntaba en el anterior post, la Navidad es una mezcla de tradiciones que poco tienen que ver con la verdadera historia de Jesús de Nazaret (de cuyo nacimiento por otra parte tenemos escasos datos).
Pero para el caso que nos ocupa, da igual; lo importante es la parábola, no la realidad histórica.
Analizando el relato del nacimiento de Cristo, vemos ante todo la sencillez, la humildad y, seamos sinceros, la soberana pobreza de esa familia inmigrante que eran José, María y Jesús aún no nacido.
Vemos a un hombre que lleva a su mujer embarazada a lomos de un borrico. Van de camino, emigrando, para empadronarse en un pueblo que no conocen y donde no tienen familia.
La hora del parto les llega justo cuando menos lo necesitan: están solos, en tierra extraña, no tienen familia, ni amigos, ni conocidos y para colmo, no hay quien les de cobijo.
Por no tener no tienen ni con qué atender al recién nacido.
En la más triste de las soledades se produce el momento de mayor felicidad de unos padres: el nacimiento de su hijo.
Y allí se ven ellos, en medio de un establo, rodeados de animalitos por toda compañía, y la primera visita que reciben es la de los pastores (que en aquellos tiempos gozaban de muy mala fama entre los israelitas, pues eran considerados algo así como los parias entre los parias).
En resumen, ¡qué bonito panorama!, vamos, lo que se dice una entrada “apoteósica” en este mundo...como la de tantos niños que nacen a diario en condiciones pésimas y tantas madres que dan a luz en medio del mayor de los abandonos.
Y digo yo ¿cómo celebramos nosotros ese nacimiento? ¿a alguien se le ocurre donar algo de dinero para la atención médica de las madres y sus bebés en países del Tercer Mundo, por ejemplo?¿o donarlo a casas de acogida para madres solteras?
No, lo primero que se nos ocurre es gastar, gastar y gastar a lo tonto y a lo loco, consumir hasta morir y atiborrarnos de todo lo inimaginable, en un afán titánico por llenar el hueco del alma que sólo el amor sabe llenar, aunque el amor es algo que ni se compra ni se vende en la tienda de la esquina ni en el Centro Comercial.
José y María eran emigrantes (habían salido de su pueblo para ir a otro que no conocían) y no recibieron muy buena acogida en aquel lugar: ¿qué trato damos a los inmigrantes en estas Navidades?¿nos acordamos de ellos y ayudamos a alguna organización que les preste ayuda humanitaria?¿colaboramos con proyectos en sus países de origen para que no tengan que emigrar buscando un futuro mejor?
No, saludamos a un rey mago (Baltasar) con la cara mal pintada de negro y les decimos a los niños que le pidan juguetes (cuantos más mejor), pero si a nuestro lado pasa un heredero de ese mismo rey pero con la piel color chocolate y no pintada, nos cruzamos de acera, no vaya a ser que nos “robe la cartera”, pues ya damos por sentado que es un delincuente.
Los primeros en acoger a Cristo en la tierra, fueron los animales no humanos, porque los humanos estaban demasiado ocupados en sus cosas como para ocuparse de “otro niño más”. Como siempre, los animales dando todo sin pretender nada ¿aprendemos nosotros de esos animales o de aquellos otros que no vieron la maravilla que tenían ante ellos, de encontrarse a Dios recién nacido a las puertas de sus casas?¿qué trato le damos a aquellos que sí supieron ver más allá de su egoísmo, a esos animales capaces de dar el amor que los humanos nos negamos a nosotros mismos?
José y María era pobres de solemnidad, es decir, no tenían ni donde caerse muertos, tanto que no tenían con qué pagar a los posaderos de Belén para que les dejaran un hueco en una habitación.
Y nosotros ¿nos acordamos de las familias que no tendrán un techo bajo el que dormir ni una sopa caliente que llevarse a la boca en estas fechas en las que nos indigestamos y tomamos antiácidos para seguir atiborrándonos?¿nos acordaremos de ellos cuando llegue enero y las culpas por los kilos de más de las Navidades?¿colaboramos con alguna ONG que ayude a los sin techo o les lleve alimentos, mantas, ropa o juguetes a los niños de esas familias pobres de solemnidad como eran José, María y el pequeño Jesús?
Si no hacemos nada de eso por los que ahora representan ese Belén viviente, ¿para qué celebramos la Navidad?

jueves, 1 de diciembre de 2011

ALÉGRATE

Alégrate porque ya estamos en Adviento, y eso significa que el Niño nacerá muy pronto...
Analicemos la frase: puede ser que seas católico o cristiano y te suene a “lo mismo de siempre”,  o que no lo seas y te suene a “chino”, pero voy a desmenuzar su significado profundo, o al menos a intentarlo.
En las antiguas religiones pre-indoeuropeas, los ciclos de la naturaleza marcaban el paso del tiempo: en invierno, cuando el sol “brilla por su ausencia” y las noches son largas y frías (sobre todo en el Norte de Europa), los antiguos creían que llegaba el fin de la vida, pero su experiencia les decía que la vida continuaba, que una simiente dormía bajo la tierra esperando el momento de volver a la vida todo cuanto aparentemente estaba muerto.
Todas las antiguas religiones registran ecos de esta vivencia prehistórica, situando en el solsticio de invierno un “nacimiento” y una “victoria de la luz sobre las tinieblas”.
La cristiandad aprovechó estas creencias para situar en ellas en “nacimiento” de Cristo y mezcló la nueva fe con las viejas tradiciones, dando lugar a lo que conocemos hoy como Navidad.
Por eso, seas o no cristiano, la Navidad te llama, porque en tus ancestros quedó marcada a fuego la vivencia, y así, de una forma u otra, todas las tradiciones y religiones hablan de nuevos “nacimientos” y de “luz en medio de la oscuridad”.
Ese “niño” que nacerá, representa la nueva vida que todos esperamos que surja con la llegada del nuevo año; lo que renace de las cenizas de nuestra vida cansada, la esperanza de algo mejor, de la “luz tras las tinieblas”.
Así que, seas o no cristiano, reflexiona sobre qué cosas de tu vida deben morir y qué cosas deben cobrar vida, qué “niño” debe tener su oportunidad en tu vida, qué nueva esperanza emerge y toma forma dentro de ti de cara al nuevo año.
Celebra la vida, que siempre vuelve, que vence a las sucesivas muertes aparentes y a la definitiva, celebra que siempre hay lugar para la luz y la alegría.