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domingo, 12 de agosto de 2012

MÁS ES MENOS, DEFINITIVAMENTE

   Le pese a quien le pese, más siempre es menos.
  Eso es algo que sabemos los aprendices de minimalistas que habitamos estos espacios cibernéticos y los mundos reales.
   Sin embargo, a nuestros políticos y dirigentes no se les mete en la cabeza, y creen, erróneamente, que trabajando o permaneciendo más horas en la escuela o en las oficinas, redimos más.
   Pues siento disentir con ellos, otra vez: a menor tiempo para ejecutar una tarea, mayor rapidez en su ejecución.
   Si no fuera así, ¿por qué rayos habrían de esforzarse los atletas en las Olimpiadas por arrancar unas décimas de segundo a sus propias marcas y llegar antes que el otro?
   Si tienes un objetivo que cumplir y poco tiempo para ello, te centras, te concentras y lo haces; si tienes toda la mañana para mover dos papeles, se te pasará la mañana y moverás uno solo.
   A esa locura de tenernos a todos más horas "pringando", la llaman productividad.
   Los funcionarios no nos vamos a volver más productivos por trabajar media hora más al día: si nos bajan el sueldo, nos quitan la paga de navidad, los días de asuntos propios, los días por antigüedad, etc, y nos aumentan la jornada laboral, estaremos igual de motivados que los niños japoneses después de las maratonianas sesiones escolares.
   Los niños en los colegios, con horarios de trabajo que abarcan desde las siete de la mañana hasta las tantas de la tarde, más las horas extras de deberes y las actividades extraescolares, no se convertirán por ello en pequeños genios ni en supernenes capaces de inventar con ocho años la vacuna contra el SIDA o enviar cohetes a Andrómeda.
   Los niños tienen que jugar, por imperativo legal (así lo reconocen los Derechos del Niño), y sus padres funcionarios (o no) tienen derecho a estar con sus hijos.
   Ni ellos ni nosotros somos esclavos, pero los políticos, adalides de la supuesta "productividad" derivada del agotamiento físico y mental, nos convierten en títeres, máquinas de producir dinero para llenar sus "bolsillos", perdón, sus "crisis económicas".
   Aumentando nuestra ya enorme e inhumana jornada laboral, no hacen más que eliminar el derecho de nuestros hijos a jugar, a tener una familia que les acompañe y les cuide (que también es un Derecho internacionalmente reconocido), y como dicen los americanos en su Constitución, "el derecho a la búsqueda de la felicidad".
   No se puede trabajar desde las siete y media hasta las tres, o desde las ocho hasta las tres y media, con un miserable descanso de treinta minutos, por mucho menos salario del que teníamos con media hora menos al día, pensando que nuestros pequeños tienen que levantarse a las seis de la mañana para llegar a un colegio a las siete del que saldrán a las tres y media o cuatro de la tarde, completamente agotados, como sus padres.
   No se puede soportar eso y mostrar una estóica sonrisa ante los ciudadanos, mientras nuestros políticos (concejales, consejeros, etc), siguen cobrando lo mismo, entran a la hora que les da la gana, se marchan cuando quieren, y tienen de vacaciones, todos los días que se les antojan (sin la obligación legal de tratar bien a los ciudadanos ni a los funcionarios).
   Para muestra un botón: mi Jefe de Sección, tuvo que retrasar este año (otra vez) sus vacaciones una semana, para dejar resueltos unos "asuntillos" que le solicitó a última hora el Consejero. Lo dejó resuelto sacando horas de donde no las tenía, dejando a su familia colgada (otra vez, como tantos veranos), y, a cambio, el Consejero, ni siquiera le dió las gracias el último día ni le deseó unas buenas vacaciones.
   ¿Cómo nos motivarán para seguir atendiendo al público? ¿De la misma manera que motivan a los niños en el aula sobrecargándolos de responsabilidades y trabajos que ni un adulto es capaz de soportar?
   Caiga sobre la conciencia de todos estos que imponen su sistema caduco e inútil a una sociedad harta, el daño que nos infrigen.

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA VIDA ES COMO EL PADEL

        Si alguna vez has jugado al padel (ese híbrido entre palas de playa y tenis), sabrás que, cuando la pelota está en tu campo, debes lanzarla al contario antes de que bote por segunda vez (si no lo haces, pierdes el punto).
   Sucede entonces que, o bien tú o bien tu compañero, sale corriendo en busca de la pelotita de marras, gritando "mía" para evitar que, en el fragor de la "batalla", tu pala golpee al mismo tiempo que la suya la pelota o que, en el intento, alguna de las palas termine impactando en la cabeza del compañero.
   Si la pelota está más cerca de ti que de tu compañero, y éste grita "mía", debes decirle "no" y golpearla tú mismo.
   A estas alturas, más de un lector está perdido ("¿esta loca de qué está hablando hoy?", pensará), o habrá pasado al siguiente blog en busca de algo mejor.
   Pero lo interesante empieza ahora, porque "la vida es como el padel": la vida es un juego en equipo en el que para conseguir tus objetivos debes aprender a compartir, debes coordinarte con tu compañero para que el juego no sólo sea rentable, sino además, divertido; debes aprender a resolver los problemas tal como llegan (a las esquinas, a la pared, muy altos, muy bajos, imposibles o fáciles) y a hacerlo con rapidez y eficacia; debes saber cuando algo es "tuyo" y debes enfrentarte a ello y cuando es del otro y debes dejar que lo resuelva por si mismo (un hijo que debe tomar sus propias decisiones, un amigo que debe hacerse cargo de sus propios errores, etc.); debes respetar el derecho del otro a ejercer sus derechos (a gritar su "no"); debes aprender a delegar, dejando que otro haga el trabajo que tú no puedes hacer y dando la confianza suficiente al compañero para que lo haga a su manera; debes tener humildad para reconocer cuándo necesitas al otro y no puedes abarcar tú sólo todos los peligros o dificultades; debes aceptar a tu compañero de equipo tal cual es, con sus habilidades y fallos, como quieres ser aceptado tú; debes jugar limpio, sin mal humor y sin hacer daño ni al contrario ni al compañero; debes arriesgar y luchar por dar lo mejor, pero también reconocer el buen trabajo de los contrincantes.
   Finalmente, al igual que en todos los deportes, la vida debe ser un juego no demasiado serio, donde haya espacio y tiempo para la diversión sana, donde dejemos a un lado la competición feroz, y donde aprendamos a perder con dignidad una vez que hemos hecho todo lo posible por ganar.
   ¿Estás preparado para la siguiente partida? Adelante, la pista es tuya...y de tus compañeros de vida: sin ellos, no es posible jugar.