Otro de mis blogs favoritos, el de Valentina, me hacía reflexionar hace unos días con una frase estremecedora.
El texto decía lo siguiente:
"En cuanto al trato con las personas y a las experiencias, puedes imaginar como si fuera la última vez que la realizas. ¿Cómo tratarías a tu vecina si esta fuera la última vez que las ves por la calle?¿No la saludarías con cariño?¿Cómo te relacionarías con tu pareja, si este fuera el último día que podéis compartir?¿No le tratarías con más delicadeza de lo que sueles hacerlo? Somos jóvenes, estas palabras pueden sonarte muy radicales, pero te aseguro que habrá una última vez y tampoco lo sabrás".
"Te aseguro que habrá un última vez y tampoco lo sabrás"...
Hacía mucho tiempo que no leía una frase tan demoledora y a la vez tan certera. ¿Alguna vez te has parado a pensar cosas como estas, de tal profundidad? ¿en qué pasaría si realmente fuera la última vez que haces esto que estás haciendo porque morirás, o esa persona morirá o se marchará para siempre, o esta circunstancia ya no se dará más?
En una revista de yoga, que suelo leer mientras espero que comiencen las clases a las que asisto desde hace un año, leí una frase también interesante para soportar las posturas difíciles de yoga:" el dolor está ahí, pero no es para siempre" (frase que he convertido en uno de mis mantras favoritos para soportar, no sólo esas posturas incómodas del yoga, sino las incomodidades físicas y espirituales de la vida).
Lo bueno y lo malo están ahí, pero no eternamente: ni tendremos a esa persona delante para decirle te quiero cada vez que queramos, ni tendremos que soportar eternamente a esa mala persona que, supuestamente, es nuestra "compañera" de trabajo.
Si hoy fuera el último día de mi vida, aprovecharía para pasarlo con mis hijos y mi marido; para decirle a esos compañeros de trabajo lo agradecida que estoy por su camaradería; para mirar a la cara a la mala pécora de esa otra "compañera" y decirle que las malas maneras se las guarde donde encierra toda su ira y su miedo; para agradecerle a mi madre su trabajo conmigo y a mi hermana esa inquebrantable fe que, no sé porqué, siempre ha tenido en mí; para estar un rato con mi perra, agradeciendole sus miradas de cariño y su enorme compañía de estos últimos años...pero como no sé si hoy es mi último día, intentaré hacerlo ahora, por si después es tarde.
Nada es para siempre, así que "carpe diem", aprovecha el momento porque ¿quién te asegura que este momento traerá otro semejante?¿quién te ha prometido que tu vida será larga o la de tus seres queridos?
Hoy ves a tu amigo, ese que no hace un año celebraba su boda, y mañana, una llamada de teléfono te informa de su muerte repentina: se levantó temprano un sábado de verano, tenía que hacer horas extras; se despidió de su mujer, que aún dormía, y le dijo un "hasta después" que se vió truncado porque un fallo de lo más tonto hizo que su camión, el que llevaba media vida conduciendo, le pasara por encima mientras lo revisaba tras acabar su trabajo extra...y se acabó, se acabó para siempre su sonrisa, su bondad, su corazón más grande que un universo; y se acabó para todos, para su mujer, su familia y sus amigos.
Es triste pensar que sólo recordamos estas cosas cuando ya es tarde; que nos ponemos así de filosóficos cuando enfermamos, nosotros o algún ser querido de algo muy grave, o cuando termina una relación que fue, algún día, maravillosa.
Por eso me parece digno de elogio que Valentina, desde su blog, hable de estas cosas tan trascendentales sólo por reflexionar a tiempo, antes de que sea inútil filosofar.
Todo, lo bueno y lo malo, están ahí, pero no para siempre: alegrémonos de tener algo o alguien a quien perder, y antes de perderlo, amémoslo como si hoy, como si este instante, fuera el último; vivamos como si fuera el último día, sin amargarnos por las pequeñas (o grandes) dificultades diarias y disfrutando, como los niños, de lo básico e imperecedero.
Si quieren pasar por un blog estupendo, les recomiendo una detenida lectura de http://valedeoro.es/
