Mi lista de blogs

jueves, 18 de octubre de 2012

MINIMALISMO DE CONVENIENCIA

   El minimalismo está muy bien, hasta que deja de estarlo...
   Mientras lo de reducir y tener 33 cosas en el armario era una decisión libre, era "cool"; cuando tienes 10 cosas en el armario porque no tienes dinero para comprar más, ya no es tan "in".
   Mientras lo de tener un coche pequeño era una forma de reinvindicar la diferencia, era exótico y tema de apasionado debate entre los compañeros de trabajo, estaba bien; cuando tu coche es pequeño porque vendiste aquel enorme cochazo que no podías pagar, ya no tiene tanto encanto.
   Este es el pensamiento de algunas personas que, con la crisis, se han dado cuenta de que sus reivindicaciones eran solamente banderas de conveniencia.
   Sucede lo mismo con los sindicalistas que no van a la huelga porque dejan de cobrar ese día, o con los católicos que sólo lo son en bodas y comuniones pero no pisan una iglesia en años (aunque se consideren muy católicos).
   Todo lo nuevo tiene encanto, hasta que deja de ser nuevo, pero cuando tus ideas son algo más que modas, sabes que estás en el camino adecuado.
   El minimalismo es, ante todo, un estilo de vida, no una moda, y ante la crisis económica, los minimalistas militantes debemos serlo aún más: concienciarnos sobre la utilidad de nuestras posiciones, sobre la realidad de nuestras ideas.
   El minimalismo no es la respuesta a la crisis, no solucionará el paro ni logrará sacarnos de esta recesión, pero sí es el camino para no volver a caer en los errores que nos han dejado como legado este panorama.
   Desear más y acumular sin sentido nos ha traido hasta aqui; desear menos y no acumular no nos sacará de aquí, pero nos abrirá los ojos a la verdad.
   Si eres de los minimalistas que llegaron a este modo de vivir por moda, plantéate si no es hora ya de asumir que esa moda sirve para algo más que para diferenciarte.
   Si eres de los que viven el minimalismo como una fuente de inspiración para una vida más auténtica, no sucumbas al desánimo: esta es la vía hacia una nueva historia, la de la mesura y el equilibrio que todos buscamos y necesitamos.

viernes, 5 de octubre de 2012

BENDICE A TU ENEMIGO

       Todos tenemos enemigos, unos más, otros menos, unos más peligrosos, otros más "domésticados", pero todos los tenemos.
   Lo que más odiamos de nuestros enemigos es, significativamente, aquello que más odiamos de nosotros mismos, aun sin saberlo.
   Vemos en ellos la oscuridad que no queremos ver en nuestro interior, esa oscuridad que nos asusta pero que no podemos negar.
    De esas personas que nos hacen la vida insoportable, podemos aprender muchas cosas, como por ejemplo, a dominar nuestra ira, nuestra furia ante sus agresiones, y también a ser asertivos, a levantarnos una vez más y sin rencor decir "basta".
   No obstante, hay otras cosas que debemos agradecer a nuestros enemigos: quizá nuestro primer contacto con el yoga se produjo como una búsqueda de equilibrio ante tanto ataque; quizá la lectura de esos libros vino por la necesidad de entender el por qué de tanta inquina hacia ti; quizá todo ese proceso en el que te has tenido que reinventar se lo debas a tu enemigo.
   De todas las cosas malas siempre surjen cosas buenas, aunque muchas veces sean invisibles: agradece a tu enemigo que te haya hecho más fuerte, pero no permitas que te vuelva más agrio.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

QUIÉRETE MUCHO

       Prácticamente todos los libros de autoayuda publicados hasta el momento, podrían resumirse en una sola frase:"Quiérete mucho".
   Leído uno, leídos todos, podríamos decir entonces, de esos libros que tanto nos entusiasman mientras los leemos y tan pronto olvidamos.
   Algunos de ellos son memorables, otros un fiasco, pero después de haber devorado y masticado algunos de ellos, puedo decir, sin temor a equivocarme, que se trata del mismo perro con distinto collar.
   Algunos son pura palabrería, que nos tragamos sin cuestionar, otros deberían pasar a la Historia de la Literatura como auténticas joyas, pero, repito, todos ellos se basan en la misma premisa: "quiérete mucho".
   Sin embargo, si todos esos panfletos y librajos dicen lo mismo, ¿cómo es que cada vez que sale uno nuevo, se agota en las librerías a los pocos días? Y mejor aún, ¿cómo es que las editoriales siguen sacando a la luz esos libros, tan parecidos unos a otros, mes tras mes?
   Porque el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
   Pese a ser tan sencillo resumir esos mensajes de autoayuda, no nos lo acabamos de creer; necesitamos a esos nuevos profetas para que estén a diario susurrándonos al oído lo que debemos hacer, aunque lo sepamos, porque no tenemos la fuerza de voluntad suficiente para hacernos cargo de nuestra propia existencia.
   Así, cosas tan sencillas como decir abiertamente lo que pensamos, alimentarnos de manera sana o tratar a los demás como queremos que los demás nos traten, parecen conceptos demasiado complicados como para que los asimilemos.
   Dudamos de nuestra propia capacidad para pensar seriamente en lo que merece la pena, y decidimos, consciente o inconscientemente, que debe ser el último gurú de las editoriales quien nos repita una serie de consejos que con gusto nos daría nuestra abuela si la quisiéramos escuchar, y que, de manera repetitiva nos propondría nuestra conciencia si le hiciérmos caso.
   ¿Por qué pagamos 20 o 30 euros para leer cosas como "dedica un tiempo a ti misma/o", "comer despacio favorece la relajación", "ser consciente de nuestras necesidades nos hace mejores personas", etc, etc?
   ¿Acaso no nos dice eso mismo la vocecita insistente que surge de vete a saber donde cuando encontramos unos segundos de silencio?
   Todos sabemos lo que debemos hacer y lo que queremos hacer, el problema es que no lo hacemos: queremos desayunar tranquilamente, comer sano, hablar de ese problema sin acritud, llamar a los amigos que hace tiempo que tenemos abandonados, jugar más con nuestros hijos, vestir de manera más sencilla, ahorrar, trabajar de manera más eficaz y menos horas, y así un largo etcétera.
   Mas parafraseando al astronauta que pisó por vez primera la luna "es un pequeño paso para la humanidad, pero un paso de gigante para las personas".
   Al fin y al cabo, ni todos los libros de autoayuda juntos podrán hacer por ti lo más básico: empieza, da el primer paso.
   El camino se llama "quiérete mucho", es decir, no te hagas daño, no vivas mal, aprovecha tu tiempo presente, busca la felicidad, no ansíes ni ambiciones lo que te hace infeliz...pero, empieza ya, ahora, ahora mismo (¡deja de leer este blog y empieza, no tienes todo el tiempo del mundo!).

domingo, 12 de agosto de 2012

MÁS ES MENOS, DEFINITIVAMENTE

   Le pese a quien le pese, más siempre es menos.
  Eso es algo que sabemos los aprendices de minimalistas que habitamos estos espacios cibernéticos y los mundos reales.
   Sin embargo, a nuestros políticos y dirigentes no se les mete en la cabeza, y creen, erróneamente, que trabajando o permaneciendo más horas en la escuela o en las oficinas, redimos más.
   Pues siento disentir con ellos, otra vez: a menor tiempo para ejecutar una tarea, mayor rapidez en su ejecución.
   Si no fuera así, ¿por qué rayos habrían de esforzarse los atletas en las Olimpiadas por arrancar unas décimas de segundo a sus propias marcas y llegar antes que el otro?
   Si tienes un objetivo que cumplir y poco tiempo para ello, te centras, te concentras y lo haces; si tienes toda la mañana para mover dos papeles, se te pasará la mañana y moverás uno solo.
   A esa locura de tenernos a todos más horas "pringando", la llaman productividad.
   Los funcionarios no nos vamos a volver más productivos por trabajar media hora más al día: si nos bajan el sueldo, nos quitan la paga de navidad, los días de asuntos propios, los días por antigüedad, etc, y nos aumentan la jornada laboral, estaremos igual de motivados que los niños japoneses después de las maratonianas sesiones escolares.
   Los niños en los colegios, con horarios de trabajo que abarcan desde las siete de la mañana hasta las tantas de la tarde, más las horas extras de deberes y las actividades extraescolares, no se convertirán por ello en pequeños genios ni en supernenes capaces de inventar con ocho años la vacuna contra el SIDA o enviar cohetes a Andrómeda.
   Los niños tienen que jugar, por imperativo legal (así lo reconocen los Derechos del Niño), y sus padres funcionarios (o no) tienen derecho a estar con sus hijos.
   Ni ellos ni nosotros somos esclavos, pero los políticos, adalides de la supuesta "productividad" derivada del agotamiento físico y mental, nos convierten en títeres, máquinas de producir dinero para llenar sus "bolsillos", perdón, sus "crisis económicas".
   Aumentando nuestra ya enorme e inhumana jornada laboral, no hacen más que eliminar el derecho de nuestros hijos a jugar, a tener una familia que les acompañe y les cuide (que también es un Derecho internacionalmente reconocido), y como dicen los americanos en su Constitución, "el derecho a la búsqueda de la felicidad".
   No se puede trabajar desde las siete y media hasta las tres, o desde las ocho hasta las tres y media, con un miserable descanso de treinta minutos, por mucho menos salario del que teníamos con media hora menos al día, pensando que nuestros pequeños tienen que levantarse a las seis de la mañana para llegar a un colegio a las siete del que saldrán a las tres y media o cuatro de la tarde, completamente agotados, como sus padres.
   No se puede soportar eso y mostrar una estóica sonrisa ante los ciudadanos, mientras nuestros políticos (concejales, consejeros, etc), siguen cobrando lo mismo, entran a la hora que les da la gana, se marchan cuando quieren, y tienen de vacaciones, todos los días que se les antojan (sin la obligación legal de tratar bien a los ciudadanos ni a los funcionarios).
   Para muestra un botón: mi Jefe de Sección, tuvo que retrasar este año (otra vez) sus vacaciones una semana, para dejar resueltos unos "asuntillos" que le solicitó a última hora el Consejero. Lo dejó resuelto sacando horas de donde no las tenía, dejando a su familia colgada (otra vez, como tantos veranos), y, a cambio, el Consejero, ni siquiera le dió las gracias el último día ni le deseó unas buenas vacaciones.
   ¿Cómo nos motivarán para seguir atendiendo al público? ¿De la misma manera que motivan a los niños en el aula sobrecargándolos de responsabilidades y trabajos que ni un adulto es capaz de soportar?
   Caiga sobre la conciencia de todos estos que imponen su sistema caduco e inútil a una sociedad harta, el daño que nos infrigen.

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA VIDA ES COMO EL PADEL

        Si alguna vez has jugado al padel (ese híbrido entre palas de playa y tenis), sabrás que, cuando la pelota está en tu campo, debes lanzarla al contario antes de que bote por segunda vez (si no lo haces, pierdes el punto).
   Sucede entonces que, o bien tú o bien tu compañero, sale corriendo en busca de la pelotita de marras, gritando "mía" para evitar que, en el fragor de la "batalla", tu pala golpee al mismo tiempo que la suya la pelota o que, en el intento, alguna de las palas termine impactando en la cabeza del compañero.
   Si la pelota está más cerca de ti que de tu compañero, y éste grita "mía", debes decirle "no" y golpearla tú mismo.
   A estas alturas, más de un lector está perdido ("¿esta loca de qué está hablando hoy?", pensará), o habrá pasado al siguiente blog en busca de algo mejor.
   Pero lo interesante empieza ahora, porque "la vida es como el padel": la vida es un juego en equipo en el que para conseguir tus objetivos debes aprender a compartir, debes coordinarte con tu compañero para que el juego no sólo sea rentable, sino además, divertido; debes aprender a resolver los problemas tal como llegan (a las esquinas, a la pared, muy altos, muy bajos, imposibles o fáciles) y a hacerlo con rapidez y eficacia; debes saber cuando algo es "tuyo" y debes enfrentarte a ello y cuando es del otro y debes dejar que lo resuelva por si mismo (un hijo que debe tomar sus propias decisiones, un amigo que debe hacerse cargo de sus propios errores, etc.); debes respetar el derecho del otro a ejercer sus derechos (a gritar su "no"); debes aprender a delegar, dejando que otro haga el trabajo que tú no puedes hacer y dando la confianza suficiente al compañero para que lo haga a su manera; debes tener humildad para reconocer cuándo necesitas al otro y no puedes abarcar tú sólo todos los peligros o dificultades; debes aceptar a tu compañero de equipo tal cual es, con sus habilidades y fallos, como quieres ser aceptado tú; debes jugar limpio, sin mal humor y sin hacer daño ni al contrario ni al compañero; debes arriesgar y luchar por dar lo mejor, pero también reconocer el buen trabajo de los contrincantes.
   Finalmente, al igual que en todos los deportes, la vida debe ser un juego no demasiado serio, donde haya espacio y tiempo para la diversión sana, donde dejemos a un lado la competición feroz, y donde aprendamos a perder con dignidad una vez que hemos hecho todo lo posible por ganar.
   ¿Estás preparado para la siguiente partida? Adelante, la pista es tuya...y de tus compañeros de vida: sin ellos, no es posible jugar.

viernes, 13 de julio de 2012

CUENTO DE NAVIDAD (EN PLENO JULIO)

   Ebenezer Scrooge es el protagonista del famoso "cuento de Navidad" escrito por Charles Dickens en 1843, con el que quería dar un buen "puñetazo encima de la mesa" (palabras del autor), en favor de los pobres.
   La situación de la Inglaterra de Dickens era de todo menos idílica, y con esa parábola sobre el usurero egoista que, ni siquiera en Navidad, era capaz de abrir su mano a los necesitados, quiso dar un aldabonazo en las conciencias de sus conciudadanos.
   Desde tiempos inmemoriales, con el solsticio de invierno, se celebraban fiestas en honor a la vida, a la luz, y a la promesa de renacimiento de la naturaleza, ya que, tras la más larga del año, comenzarían a acortarse las noches, anunciando la llegada de la ansiada primavera.
   Desde esos mismos tiempos, era costumbre intercambiar regalos, hacer donativos y compartir entre todos los miembros de la tribu, las dávidas de la tierra para con sus hijos, precisamente en la época del año de mayor escasez.
   Miles de años después de que se implantaran estas costumbres, un nuevo "Ebenezer Scrooge", tira por tierra la paga de Navidad (el aguinaldo) de los funcionarios, porque, al igual que Eva en el Paraíso y Pandora en el Olimpo, somos los culpables de todos los delitos, los pecados y los males que aquejan a este país.
   Demonizados hasta el extremo (tanto es así que la imagen "oficial" del diablo pasará en breve de ser un calco de Baphomet, medio humano medio macho cabrío, a ser un funcionario), este colectivo no sólo ve reducidas sus nóminas, sus días de asuntos propios, sus días de vacaciones por antigüedad, etc., sino además ve desaparecer su paga extra de Navidad, y lo único que aumenta es su jornada laboral (¿qué tal si también trabajamos los domingos, ya puestos?).
   Mientras tanto, los "Scrooge" que pisan las alfombras del ruedo político, seguirán comiendo pavo y caviar, riéndose de nosotros por ser unos "muertos de hambre", pero también de todos aquellos comerciantes que dependen de nuestros bolsillos para poder llenar los suyos y pagar las nóminas de sus empleados.
   Y no contentos con ello, nos suben los impuestos directos e indirectos y nos exigen más sacrificios...que no estaría mal hacer, si cundiera el ejemplo entre sus filas.
   Sólo espero que, cuando lleguen los espíritus de las Navidades pasadas, presentes y futuras, y dado que no van a conseguir cambiar las mentes de estos "Scrooge", se los lleven tan lejos como, por ejemplo, al "país de Nunca Jamás" y así, sin ellos, podamos quedarnos nosotros, todos los españoles, en el "país de las Maravillas".
   Amén (así sea).

lunes, 9 de julio de 2012

TU VIDA EN UNA MALETA

   La situacíón económica es tan pésima, que la palabra "emigración" suena cada vez más, incluso entre los funcionarios.
   El ritmo de reformas es tan brutal que no sabemos si, tras la pérdida del horario de verano (reducir la jornada una hora los meses de julio, agosto y septiembre), nos enviarán a las filas del paro a todos los interinos el próximo viernes (los famosos viernes negros).
   Como hoy comentaba un compañero, "los funcionarios a estas alturas, somos como los pasajeros de los aviones del 11 S: sabemos que este avión (la administración) se va a pique y nosotros somos los que vamos a estrellarnos, no hay salvación, lo único que no sabemos es cuánto tiempo más estaremos volando".
   Consideraciones políticas aparte, suena cada vez más, como decía, la frase "voy a emigrar a...(Alemania, Uruguay, Chile...)", y de ahí este post: ¿y si el próximo viernes me quedo sin trabajo y decido emigrar a algún país?¿y si me lío la manta a la cabeza y lo dejo todo por detrás, como hace unas décadas hizo mi abuelo emigrando a Venezuela?
   Sólo de pensarlo se me ponen los pelos de punta: dejarlo todo y marcharnos (mi familia y yo) a lo desconocido. Evidentemente, habría que meditarlo y hacerlo bien, pero se haga como se haga, no puedes llevarte toda tu casa contigo, debes decidir qué dejas y qué te llevas, y claro está, no podrás llevarte mucho.
   Hace años que tengo sobre mi armario una maleta de madera, de esas decorativas, en la que guardo los "papeles importantes" (títulos de estudios, diplomas de cursos y notas escolares...), con la idea (macabra pero real) de "si hay un incendio y tengo que salir de mi casa corriendo, sólo cogiendo esa maleta tendré lo importante a salvo" (claro que salvando primero la vida de mi familia y la mía propia).
   ¿Sería posible meter en una maleta lo verdaderamente importante para ti, lo básico que te llevarías a otro país?
   Es una reflexión interesante pensar en esa idea: un incedio o un traslado urgente,  cosas ambas que se presentan cuando menos te lo esperas, son acicates para establecer prioridades.
   La clásica pregunta de "¿qué te llevarías a una isla desierta?" se convierte en "¿qué te llevarías si emigraras y sólo pudieras llevar una maleta?"
   El minimalismo te ayuda a ver las cosas con la suficiente perspectiva: al pensar en esa posibilidad, me sobraba espacio en la maleta para llevar lo que no quiero dejar por detrás.
   Ayuda saber que, si el próximo viernes me quedo sin presente y sin futuro, y, para que mis hijos puedan comer, tengo que marcharme, lo importante me cabe en una simple maleta, quizá esa de madera que adorna mi armario desde hace años.
   ¿Y tú, tienes espacio en tu maleta?