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jueves, 3 de marzo de 2011

AQUI Y AHORA

   A Jesús le pasa lo que a Buda, sus mensajes son claros y sencillos, pero sus seguidores empezaron a enredar la madeja hasta lo imposible, alejándose del primer mensaje, de lo esencial de su discurso, de tal manera que no vemos más que hojarasca en vez de raíces.
   No está mal, de vez en cuando, acudir a las fuentes en vez de beber el agua embotellada de la sabiduría.
   Y otra vez me he encontrado, en esas fuentes, con la frescura de un mensaje coincidente con muchas cosas que he aprendido del yoga (y del minimalismo): "aquí y ahora", "deja que tu mente descanse y no pienses en lo que hiciste o tienes que hacer, sólo permanece aquí y ahora", eso nos dicen en las sesiones de yoga.
   A lo que Jesús propone un demoledor programa antiestrés, sencillo de decir, complicado de conseguir (como el "aquí y ahora" del yoga): "No andéis preocupados por el día de mañana, que el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su afán." (Mt 6, 34).
  Lo dice y se queda tan ancho, como si fuera fácil no preocuparse; claro que antes ha hecho un discurso muy minimalista en el que vuelve a la carga con el "don´t worry, be happy": "No andéis preocupados pensando qué vais a comer o a beber para sustentaros, o con qué vestido vais a cubrir vuestro cuerpo ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido?" (Mt. 6, 25)
   Como colofón añade "Buscad ante todo el Reino de Dios y lo que es propio de él, y Dios os dará lo demás" (Mt. 6, 33)
   Ahí te queda esa.
  ¿Y ahora, tú qué contestas?¿que ni duermes ni comes, pensando cómo pagar la hipoteca de la casa donde sólo vas a dormir porque estás todo el día trabajando?¿o pensando en las letras del cochazo con el que presumes las dos horas, con atasco incluido, que tardas de tu casa al trabajo?¿o haciendo cábalas para ver cómo puedes darte unas vacaciones de superlujo para no ser menos que el vecino, aunque tengas que hacer horas extras hasta caer reventado?
  ¿Contestarás acaso que tardas de media quince minutos cada mañana en decidir entre el montón de ropa que no te cabe en el armario, para ponerte de nuevo lo mismo, porque tus neuronas ya no resisten tanta variedad donde elegir?¿Contestarás que se te caducan las cosas en la despensa porque compras comida para un regimiento, aunque vives solo, y ni siquiera sabes qué tiene dentro ese montón de latas del fondo, que compraste sólo porque estaban de oferta?
  No, ya sé, dirás que estás tomando pastillas para dormir o ansiolíticos para resistir las maratonianas sesiones de trabajo seguidas de gimnasio, sauna y comida de empresa a diario; o que acudes al psicólogo para que te haga una constelación familiar porque no tienes tiempo de mirar las constelaciones esas que aparecen cada noche en el cielo.
  Si nuestras vidas se enfocaran en el "aquí y ahora", si decidiéramos dar "a cada día su afán", sin pretender más, sin preocuparnos de cosas materiales que lo mismo que hoy están mañana ya no estarán, no necesitaríamos ni la mitad de las posesiones que tenemos, ni sufriríamos por ellas del modo en que lo hacemos.
   Sencillez, sólo sencillez. Para afrontar la vida hace falta saber que estamos aquí y ahora: el resto, es otra historia.
   Debemos dedicarnos al Reino de Dios, o al Dharma, o a la buena voluntad, al camino recto de los seres humanos dispuestos a ser eso, simplemente, seres humanizados, sensibles, decididos a vivir por y para los demás, sin hacer daño y buscando la felicidad propia y ajena desde la sencillez.
  Cuando veo cómo sufren en sus afanes inútiles todas esas personas que creen que la fama, el dinero, el poder, los amigos coleccionados como si fueran estampitas de fútbol, en fin, las posesiones, les darán la vida eterna, la inmortalidad o al menos podrán conservarlas tras la muerte, deseo de todo corazón que algún día descubran la ignorancia en la que viven, y al mismo tiempo, la alegría de saber que pueden cambiar sus vidas, aquí y ahora.

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