Mi lista de blogs

jueves, 17 de marzo de 2011

EL ARTE DE LA ACEPTACIÓN

   En determinadas ocasiones la vida nos pone contra las cuerdas, nos dice lo que tenemos que hacer sí o sí, imponiendo su voluntad sobre la nuestra.
   Y ante esa situación, sólo caben dos alternativas: aceptar o no aceptar.
   Aceptar es duro, es ridículo, es absurdo, antinatural, creemos, porque la primera reacción, la más fácil, es la ira, la rabia, nacida de la frustración y la impotencia.
   Tendemos a revelarnos, como la sangre tiende a salir de la herida, como una consecuencia lógica ante las circunstancias adversas. Creemos que, no sólo estamos en nuestro derecho al pataleo, sino que, de no hacerlo, estamos yendo contra la ley natural humana de la rebelión, que así somos valientes y de lo contrario, cobardes.
   La opción de no aceptar lo inevitable, se convierte a nuestros ojos, en la única viable, decente, legal, y apropiada.
   Pero no es así: la aceptación de lo que no puede ser de otra manera, nos otorga la paz interior necesaria para encontrar el camino adecuado.
   Sin embargo cuesta, cuesta reconocer nuestra pequeñez ante las circunstancias de la vida, cuesta hacer ese ejercicio de humildad que consiste en ser conscientes de la fragilidad humana.
   Cuesta ceder ante otros, reconocer el error, claudicar ante lo evidente.
   Esa actitud nos deja indefensos ante el mundo, desnudos ante la multitud y a merced de la voluntad ajena, pero al mismo tiempo, nos libera de una ira dañina y envenenada dispuesta a desangrarnos espiritual y hasta físicamente sin piedad.
   El odio que anida en nuestra alma cuando no podemos cambiar la realidad que nos rodea y por orgullo, tropezando en la misma piedra una y otra vez, nos empecinamos en no ver lo que tenemos delante; ese odio nos arranca lo mejor de nosotros, nos aleja de nuestro fin más elevado (la felicidad) y emponzoña no sólo nuestra vida, sino también y, especialmente, la de quienes la comparten con nosotros.
  Mientras escribo esto, me vienen a la mente los miles de japoneses que, quizá por su larga historia de desastres naturales y no tan naturales, aceptan la realidad de su tragedia, sabedores de que oponerse a lo irremediable, sublevarse ante lo imposible de cambiar, sólo traerá aparejado más dolor.
  Aceptar no significa doblegarse ante la injusticia, porque si se trata de una injusticia, desde luego estamos ante algo que puede cambiarse, algo ante lo que hay que oponer resistencia porque está en nuestras manos mejorar.
  Aceptar aquello que no puede ser de otra manera es buscar otra manera de ver lo que es, es buscar el mensaje oculto que nos viene dado en cada adversidad, leer entre las líneas de lo inevitable y encontrar enseñanzas que nos ayuden a vivir más plenamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario