Mi lista de blogs

martes, 22 de noviembre de 2011

¿QUÉ CAMBIA CUANDO TÚ CAMBIAS?

Al hilo de un post de elblogalternativo.com con el mismo título, nace esta reflexión: ¿qué cambia en tu vida y a tu alrededor, cuando tú cambias, cuando dejas de seguir el camino trillado del rebaño y buscas tu nueva senda?
En ti ya sabemos lo que ocurre: estás en una “noche oscura del alma”, en la que sientes la sed de buscar aun sin saber qué buscas; sabes que debes cambiar, que tu vida no debe seguir los mismos derroteros o volverás a tener los mismos resultados; sabes que la vida que has llevado hasta ahora ya no te llena, ya no te sirve, no eres feliz; y vislumbras al final del largo túnel, algo que parece una llamita que te guía hacia esa luz tenue pero visible.
Pero, ¿y en los que te rodean?
Quizá cuando llegues a la lucecita, se “iluminen” y disfruten de esa claridad mental y espiritual que has encontrado; quizá les transmitas esa paz que buscas, o ese camino hacia la paz que has encontrado y en el que estás dando tus primeros y titubeantes pasos; quizá te manden a freír chuchangas (o espárragos, depende de los gustos de cada cual) y se burlen de tus nuevas “manías” creyendo que ya se te pasará o que será una nueva moda hasta que llegue la siguiente...
Sin embargo, mientras llegas a esa luz hay momentos de mucha oscuridad, de furia, de rabia, de frustración, en los que conoces a la diosa oscura que habita también dentro de ti y te da miedo. Pero no puedes hacer otra cosa más que atravesar este bosque oscuro habitado por extrañas criaturas que pueden hacerte mucho daño o mucho bien; debes sufrir esa transformación que se da sólo en el camino en solitario, pero no puedes quedarte ahí, en la búsqueda insaciable; debes seguir caminando, haciendo tu vida como si tal cosa mientras en tu interior se libra una batalla mortal entre tu pasado y tu futuro, dos fuerzas, a cual más grande, en medio de ti, desgarrando tus cimientos y tus esperanzas (¿quién ganará?).
Y mientras tú te debates entre opciones trasnochadas e ideas novedosas, mientras te redescubres o te reinventas, porque buscas lo que no tienes, sabiendo que de eso nuevo que surge, renacerás fortalecida y feliz, los que tienes a tu alrededor sufren tus vaivenes, malinterpretan tus desasosiegos, escuchan tus gritos preguntándose por qué te enfureces por cosas tan nimias (para ellos) o te repiten eso tan fácil de decir que es “cálmate” o “relájate” mientras tú te atacas de los nervios todavía más y piensas “pero ¿por qué no me entienden si es tan fácil?”.
Si, mientras buscas pasas por una etapa muy confusa que te altera y te transforma, vives como en un terremoto, aunque debas seguir como si tal cosa con tu vida habitual: haces la compra, mientras piensas en la ropa que tienes que planchar y en cuándo sacarás tiempo para subir el vuelto del pantalón de tu hijo; limpias los baños mientras mentalmente haces el menú para la semana y al tiempo contestas a las preguntas de la tarea de matemáticas de tu otro hijo, suspirando por unos minutos para ti y un par de asanas de yoga que te vendrían de perlas; llegas a la noche más muerta que viva, pidiendo clemencia y sintiéndote culpable por no haber tenido tiempo para comprar la fruta para la merienda de tus hijos o las pastillas de la perra...y en medio de todo esto, esa marea de fondo en la que te debates intentando, no ya volver a tener el “control” de tu propia vida, sino encontrar “tu nueva propia vida”.
La insatisfacción te empuja hacia delante, sabiendo que atrás no ha quedado nada digno de mención, más que un montón de errores de los que aprender; buscas como los perros, olisqueando porque sabes que ahí delante hay algo (no sabes qué, pero algo hay, seguro). Tu instinto te lleva más allá, a donde no has llegado nunca y no has querido entrar por miedo.
Necesitas palabras de consuelo y sólo encuentras silencio, necesitas ayuda y cada vez estás más sola para todo, necesitas reírte y sólo encuentras enfados, necesitas tiempo y es lo único que no tienes...
¡Qué bonitas esas revistas cargadas de buenas intenciones en las que te dicen que debes encontrar tiempo para ti, levantarte más temprano para practicar yoga o correr, desayunar con calma o tomarte una taza de esa maravillosa infusión al atardecer para “conectar” contigo misma! ¿y para quién están hechas? ¿para gente que tiene quien se lo haga todo y se aburren? Dudo que estén hechas para quienes nos levantamos a las seis y veinte de la mañana para llegar a tiempo a trabajar, quienes almorzamos a las cuatro de la tarde y nos dan las nueve sin parar de limpiar, de cumplir con nuestras citas o las de nuestros hijos o de hacer tareas escolares con ellos; dudo que las personas que llegamos al lunes más cansadas de lo que llegamos al viernes podamos permitirnos el lujo de tomarnos en serio todos esos consejos.
Aparentemente, esas revistas nos dan esas pautas para nuestra felicidad, pero sinceramente creo que lo hacen para nuestra tortura: no, no está la paz en esos consejos, por muy “pacíficos” que parezcan; la paz está en el equilibrio entre acción y calma, no podemos abandonar nuestra vida terrena mientras buscamos la divina, y mortificarnos pensando que deberíamos estar haciendo yoga en vez de la cena de los niños no beneficia a nadie.
Por eso digo que en el camino del cambio y de la evolución hacia una vida mejor, debemos ser conscientes de que para que llegue la calma debe pasar la tormenta, de que no hay noche sin día ni gritos sin silencio.
Después de este túnel, de este callejón oscuro, surgirá una salida, una oportunidad, pero no será dejando de lado la realidad prosaica y las facturas pendientes, sino a pesar de todo eso que no nos deja vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario