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jueves, 28 de abril de 2011

COMPRAS ÉTICAS

    Muchas veces se habla de la ética en la gestión de nuestras compras como si en realidad fuera muy sencillo: crees en el comercio justo, crees que es justo que los trabajadores cobren un salario digno y tengan unas condiciones laborales favorables, aunque eso signifique pagar un poco más y no comprar a precio de ganga.
Además estás en contra de que las empresas contaminen para producir más y más barato; también estás en contra del uso de productos químicos peligrosos para fabricar juguetes para tus hijos o teñir camisetas; no quieres transgénicos porque sabes que implican riesgos medioambientales y de salud; quieres comprar productos ecológicos para ser consecuente con tu filosofía de vida; no quieres embalajes innecesarios y si los llevan, que sean reciclados; no quieres comprar en empresas que exploten a sus trabajadores; quieres favorecer la producción local...
Hasta ahí todo muy bien...luego viene la realidad: ¿qué compras?¿Dónde compras?
Te encuentras una tienda de comercio justo y dices, ¡bien!, pero luego piensas ¿y la producción local?, porque todo esto viene de muy lejos; luego añades ¿producción local aunque contaminen o exploten a sus trabajadores?
Entras en tu tienda de productos naturales, y dices ¡bien!, pero luego empiezas a mirar con lupa: embalajes innecesarios, exceso de tetrabricks, plásticos, productos made in muy lejos de tu casa...claro, no tienen transgénicos, pero el coste del transporte (en dinero y en calidad medioambiental), te hacen dudar.
Pasas por delante del “chino”, y dices ¡yo no compro aquí! Sabes que sus productos no se caracterizan por su calidad, que se fabrican en sitios donde brillan por su ausencia los derechos laborales y las medidas de seguridad en la producción.
Sigues adelante y ves un comercio de “toda la vida” ¡aquí si!, pero...¡si tienen los mismos productos que en el “chino”!¡No son copias, son los mismos, fabricados en donde mismo y con la etiqueta “made in china” clamorosamente expuesta!
Vas a un mercadillo donde supuestamente venden productos locales, y crees que por fin has encontrado algo auténtico...hasta que descubres que lo que venden bajo el sello de “local”, no lo es, viene desde lejos, las fresas no son del pueblo de al lado, sino de muchísimos kilómetros más lejos, incluso de otros países: a veces te dicen que no son de producción propia, otras veces te engañan y se quedan tan anchos.
En resumen, los consumidores, que con nuestras compras podemos cambiar muchas cosas, estamos sumidos en un mar de dudas, somos estafados muchas veces y carecemos de la información debidamente contrastada para luchar contra esos atracos a mano armada al bolsillo.
¿Cuál es la solución? O mejor dicho ¿cuál es la solución que me he propuesto para acallar mi conciencia y no desnudar mi bolsillo?
Cuando las opciones son tan escasas en esto del comercio ético como en mi caso (recuerden que vivo en una pequeña isla muy lejos de Europa, aunque somos europeos), las decisiones son más fáciles de tomar: “esto es lo que hay”, así que elige entre negro o blanco, no hay más.
Yo elijo bio, procurando escoger propuestas locales con sello CRAE, aunque desgraciadamente tenga que optar por mucha producción foránea.
Yo elijo comercio justo, aunque sólo para productos que no puedo encontrar en la producción local. Suelo hacerlo a la hora de hacer un regalo, para difundir y hacer “propaganda” del comercio justo.
Yo elijo marcas nacionales y minoritarias, para eso me informo, pregunto, investigo, leo informes como los de Greenpeace (guía de transgénicos, guía de tóxicos) o las revistas de “Opcions”; un enlace web te lleva a otro, una página a otra, recabando información para poder decidir.
¿Cómo compagino todo eso con el ahorro tan necesario cuando tienes familia numerosa? Simplemente, soy realista: me gustaría comprar todo bio para comer y vestir, pero no soy rica, así que elijo aquellos productos básicos que me puedo permitir huyendo así de los transgénicos; no puedo comprar toda la ropa de algodón orgánico, pero me conformo con ir poco a poco comprando algunas cosas; y sobre todo, elijo lo básico en todo, minimizando mi armario, mi despensa, mi nevera y mi vida para no tener que “minimizar” mi cartera.

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