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miércoles, 13 de julio de 2011

REBAJAS MINIMALISTAS

   Ya llegaron las rebajas...¿y a mí, qué?
   Dicho así,suena a herejía: si lo leyeran algunos economistas (la mayoría de ellos), se llevarían las manos a la cabeza antes de sufrir un infarto fulminante.
   Pero es que para mi, esa frase encierra una verdad cotidiana: antes de convertirme en minimalista, esperaba con ansia la época de las rebajas, contando los días que faltaban para gastarme la extra en cosas que al final iban al baúl de los recuerdos o al bote de la basura (qué inconsciente era yo entonces, pecados de juventud...)
   Este año ha sido casi mágico: me enteré por una compañera de trabajo que empezaban las rebajas el mismo día que mis vacaciones, y me dio lo mismo; sólo pensé, "qué bien, no he tenido tiempo de comprar la batidora que tengo rota: ahora que tendré tiempo por estar de vacaciones, aprovecharé las rebajas y me saldrá más barata".
   Y eso fue todo.
   No es que no haya comprado nada más, soy minimalista, no tonta: he aprovechado para reponer algo de ropa para mis hijos, y para comprarme un abrigo negro (sí, en rebajas de verano ¿qué cosas, no?), que me pondré en invierno (creo que no me compraré en la próxima temporada nada más excepto un par de jerséis).
   Más de uno dirá que, claro, con la crisis, a ver quién gasta como antes; pero no es eso (que también), es más bien que ¿para qué lo necesito, si ya tengo suficiente?
   Supongo que además de minimalista, o precisamente por serlo, voy al grano porque sé lo que me gusta.
   Pondré un ejemplo: fui a la tienda en la que me compré el abrigo; fui sin ánimo de compra (tenía que comprarle algo a mis hijos, así que entré con otra idea), pero encontré el abrigo, me lo probé, vi que además de gustarme, me sentaba bien, me hacía falta y combina con todo, todo, todo lo que tengo en mi armario 333, hice cola, pagué y me fui, con los jerséis que buscaba para mis hijos y el extra del abrigo. En total tardaría unos quince minutos, como mucho. Luego me fui a dar un paseo por esta pequeña ciudad que es la capital de la isla.
   Hasta ahí la historia no tiene sentido, ahora empieza el porqué de contar cosas tan banales: cuando entré en la tienda, acto seguido apareció una chica; me llamó la atención porque era muy alta y delgada, desgarbada, con la espalda para adelante, como suele pasar con las personas altas que no están conformes con su altura. Buscaba, desganada, entre las supuestas gangas (dícese de cosas baratas que compras y luego no usas porque no tienes ni idea de por qué lo compraste si ni siquiera te gustan).
   Me fui, y allí quedó.
   Había aparcado mi coche, de pura casualidad, justo enfrente de la tienda; cuando regresé al coche, más de una hora y media después de haber salido de la tienda, al ir a abrirlo me fijé: la chica en cuestión salía de la tienda con una bolsa medio llena de ropa: ¡había estado todo ese rato en la tienda, comprando!
   No dudo de que compraría lo que creía conveniente, no me meto en eso, pero ¿de verdad necesitas más de una hora y media en decidirte entre una camiseta blanca y otra fucsia (a esas alturas de las rebajas, lo que quedaba era poco más o menos camisetas y algún trapo despistado)?
   El primer pensamiento que tuve fue: "estaba aburrida, salió de compras para no aburrirse en su casa". El segundo pensamiento: "compró por comprar, porque si no es así, es que ni siquiera sabe lo que le gusta".
   Sé que pude sacar conclusiones precipitadas, que puede sonar a juicio (no la juzgué, sólo saqué mis conclusiones "sociológicas" personales), que a mi qué me importa lo que hagan los demás y todo eso, pero, qué suerte ser minimalista y tener un armario 333: no te complicas la vida y la disfrutas más.
   Yo no sé esa chica, pero yo me lo pasé mejor dando un paseo y callejeando que metida en una tienda una hora y media.

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