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domingo, 4 de diciembre de 2011

NAVIDADES MINIMALISTAS (I)

No pienso hablar aquí de “no consumo” o “consumo responsable” porque de ello ya hay bastantes ejemplos en la red, como los de Chocobuda o Valedeoro (¡saluditos!).
Voy a hablar de la verdadera historia (o leyenda, para el caso es lo mismo), de la Navidad.
Como apuntaba en el anterior post, la Navidad es una mezcla de tradiciones que poco tienen que ver con la verdadera historia de Jesús de Nazaret (de cuyo nacimiento por otra parte tenemos escasos datos).
Pero para el caso que nos ocupa, da igual; lo importante es la parábola, no la realidad histórica.
Analizando el relato del nacimiento de Cristo, vemos ante todo la sencillez, la humildad y, seamos sinceros, la soberana pobreza de esa familia inmigrante que eran José, María y Jesús aún no nacido.
Vemos a un hombre que lleva a su mujer embarazada a lomos de un borrico. Van de camino, emigrando, para empadronarse en un pueblo que no conocen y donde no tienen familia.
La hora del parto les llega justo cuando menos lo necesitan: están solos, en tierra extraña, no tienen familia, ni amigos, ni conocidos y para colmo, no hay quien les de cobijo.
Por no tener no tienen ni con qué atender al recién nacido.
En la más triste de las soledades se produce el momento de mayor felicidad de unos padres: el nacimiento de su hijo.
Y allí se ven ellos, en medio de un establo, rodeados de animalitos por toda compañía, y la primera visita que reciben es la de los pastores (que en aquellos tiempos gozaban de muy mala fama entre los israelitas, pues eran considerados algo así como los parias entre los parias).
En resumen, ¡qué bonito panorama!, vamos, lo que se dice una entrada “apoteósica” en este mundo...como la de tantos niños que nacen a diario en condiciones pésimas y tantas madres que dan a luz en medio del mayor de los abandonos.
Y digo yo ¿cómo celebramos nosotros ese nacimiento? ¿a alguien se le ocurre donar algo de dinero para la atención médica de las madres y sus bebés en países del Tercer Mundo, por ejemplo?¿o donarlo a casas de acogida para madres solteras?
No, lo primero que se nos ocurre es gastar, gastar y gastar a lo tonto y a lo loco, consumir hasta morir y atiborrarnos de todo lo inimaginable, en un afán titánico por llenar el hueco del alma que sólo el amor sabe llenar, aunque el amor es algo que ni se compra ni se vende en la tienda de la esquina ni en el Centro Comercial.
José y María eran emigrantes (habían salido de su pueblo para ir a otro que no conocían) y no recibieron muy buena acogida en aquel lugar: ¿qué trato damos a los inmigrantes en estas Navidades?¿nos acordamos de ellos y ayudamos a alguna organización que les preste ayuda humanitaria?¿colaboramos con proyectos en sus países de origen para que no tengan que emigrar buscando un futuro mejor?
No, saludamos a un rey mago (Baltasar) con la cara mal pintada de negro y les decimos a los niños que le pidan juguetes (cuantos más mejor), pero si a nuestro lado pasa un heredero de ese mismo rey pero con la piel color chocolate y no pintada, nos cruzamos de acera, no vaya a ser que nos “robe la cartera”, pues ya damos por sentado que es un delincuente.
Los primeros en acoger a Cristo en la tierra, fueron los animales no humanos, porque los humanos estaban demasiado ocupados en sus cosas como para ocuparse de “otro niño más”. Como siempre, los animales dando todo sin pretender nada ¿aprendemos nosotros de esos animales o de aquellos otros que no vieron la maravilla que tenían ante ellos, de encontrarse a Dios recién nacido a las puertas de sus casas?¿qué trato le damos a aquellos que sí supieron ver más allá de su egoísmo, a esos animales capaces de dar el amor que los humanos nos negamos a nosotros mismos?
José y María era pobres de solemnidad, es decir, no tenían ni donde caerse muertos, tanto que no tenían con qué pagar a los posaderos de Belén para que les dejaran un hueco en una habitación.
Y nosotros ¿nos acordamos de las familias que no tendrán un techo bajo el que dormir ni una sopa caliente que llevarse a la boca en estas fechas en las que nos indigestamos y tomamos antiácidos para seguir atiborrándonos?¿nos acordaremos de ellos cuando llegue enero y las culpas por los kilos de más de las Navidades?¿colaboramos con alguna ONG que ayude a los sin techo o les lleve alimentos, mantas, ropa o juguetes a los niños de esas familias pobres de solemnidad como eran José, María y el pequeño Jesús?
Si no hacemos nada de eso por los que ahora representan ese Belén viviente, ¿para qué celebramos la Navidad?

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