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lunes, 19 de marzo de 2012

LA CAUSA DEL SUFRIMIENTO ES EL APEGO

    Ya lo dijo Buda, y lo repite Chocobuda en su blog, que la causa del sufrimiento es el apego.
   No soy budista, pero reconozco una gran verdad en cuanto la veo, y si por algo ha tenido y tiene la filosofía-religión budista tantos seguidores es porque la verdad se esconde en sus enseñanzas (hasta el Catecismo de la Iglesia Católica reconoce rastros de verdad en todas las religiones, así que...)
   La causa de nuestro sufrimiento es el apego: la necesidad de posesión, ya sea de cosas materiales o de personas, incluso la necesidad de poseer la verdad o al mismo Dios/a, nos causa dolor al no poder materializar esa posesión exclusiva.
   Como seres humanos necesitamos pertenecer a algo (grupo, tribu, familia, amigos, clubes, etc...), para socializarnos y ser realmente de la especie humana; pero una cosa es pertenecer y otra ser dueños de alguien.
   Siempre se ha dicho que si quieres saber si alguien te quiere, déjalo libre: si regresa es que te quiere, y si no, déjalo ir porque su amor no era verdadero.
   Esta reflexion sirve tanto para los que viven como para los que han muerto: dejar marchar a los que ya no están es duro, pero retenerlos en nuestro anhelo por hacerlos regresar es inútil y doloroso.
   Intentar por todos los medios (legítimos y no tan decentes) retener a nuestro lado a la persona amada, no hace más que lastimar a esa persona y a nosotros mismos.
   Claro que sería más tranquilizador saber que nunca se irán de nuestro lado, pero la vida, amigos míos, no se hizo para estar tranquilos.
   Aferrarnos a las cosas porque nos recuerdan a las personas o al tiempo que se fue, nos hace daño: es como hurgar en una herida que quiere sanar pero no la dejamos seguir su curso natural de sanación.
   Así que, por más que nos pese, aunque dé pánico, hemos de desprendernos de ese sentimiento de propiedad que tenemos metido en el alma, hasta el tuétano, y comprender que, si no somos escalvos de nadie ¿cómo podemos pretender que otros sean nuestros esclavos y nos pertenezcan?
   Fluye con la vida y déjala fluir, que, como los ríos, la vida siempre deja en la orilla lo que no debe marcharse y se lleva con ella lo que debe irse.

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